Lunes, 26 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6308.
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CRONICA HISTORICA
Las rocas blancas de Pedralbes
La reina Elisenda de Montcada hizo construir el monasterio para enclaustrarse en su viudedad tras el fallecimiento del Rey / El lujoso barrio se formó con veraneantes que adquirían propiedades monásticas para convertirlas en residencias
ROGER JIMÉNEZ

Las tradiciones y costumbres de la festividad de Sant Josep, comentadas la pasada semana, dieron motivo para hablar del famoso «mató» (requesón) que se erigió en uno de los preparados más típicos y apreciados de la cocina doméstica, con mención especial al que se elaboraba en torno al monasterio de Pedralbes. La historia de este barrio, adornado por la leyenda, merece un capítulo especial.

El nombre de Pedralbes -«petras albas», piedras blancas- responde a una etimología de resonancias prósperas y almidonadas. En el siglo IV era un núcleo rural amurallado en la montaña de Sant Pere Màrtir, un rincón bucólico dormido a las puertas de Barcelona.La reina Elisenda de Montcada, cuarta y última esposa de Jaume II, amaba los espacios verdes y tranquilos donde pudiera oír el melancólico canto del ruiseñor, y en 1326 mandó edificar en ese lugar un hermoso convento gótico, donde residir durante los años de su viudedad. Así nació el monasterio de Santa María de Pedralbes, también conocido como Monasterio Real, con su clausura impenetrable, que fue el retiro enigmático de tantas damas desengañadas del mundo. El constructor se cree que fue el arquitecto Bertran de Riquer, quien demostró un conocimiento de los volúmenes y del espacio tanto en el claustro, de proporciones nada comunes, como en la esbelta nave del templo, de finura y líneas sorprendentes.El sepulcro de Elisenda de Montcada muestra a la reina en el momento de traspasar el umbral de la clausura. De una parte, aparece ricamente ataviada con las ropas de la corte, y en otra representación puede verse vistiendo los hábitos de religiosa clarisa. En su testamento, fechado el 2 de abril de 1364, la reina ya mencionaba este mausoleo, donde pocos meses después descansaría su cuerpo.

Mediante unas ordenanzas dictadas en 1334 se sabe que, además de las sesenta clarisas, vivían allí diez seglares, cuatro frailes franciscanos y numerosos payeses y artesanos así como algunos esclavos de uno y otro sexo. Los frailes pasaron a ocupar el llamado Conventet, donde se conserva el claustro gótico que forma parte de las dependencias de una vivienda privada.

Durante mucho tiempo se extendió la especie de que el monasterio contenía tesoros artísticos fabulosos procedentes de las donaciones reales. Pero la realidad es que las riquezas tuvieron que ser malvendidas en los años de necesidad y ruina. Para la congregación trabajó el maestro vidriero Gil Fontanet, así como los pintores Ferrer Bassa, Jaume y Pere Serra y Bernat Martorell. Los murales de Ferrer Bassa, un referente de la pintura medieval catalana, se conservan en la capilla de San Miguel, en el claustro del monasterio.

En la sala capitular, la abadesa y las monjas recibían cada año la visita de los consejeros de la ciudad que, por decisión de la reina, eran considerados protectores de la comunidad. Durante muchos años, los munícipes colaboraron en la construcción y conservación de las dependencias monásticas y, en contrapartida, tenían el privilegio de apadrinar a una doncella para que pudiera entrar, sin la dote preceptiva, en la aristocrática clausura.

En 1472, el monasterio fue escenario del acto de la capitulación de la ciudad ante los delegados de Juan II. El monarca aragonés, quien se albergaba en el convento, impelía a los barceloneses a deponer las armas y rendirse. Barcelona había tomado partido por la causa del príncipe Carlos de Viana, quien vivió como un sabio humanista y murió desheredado. Toda su vida la dedicó al estudio de la filosofía y la historia y siempre estuvo rodeado de artistas. Después de muerto corrió la leyenda de que su espíritu rondaba por las calles de la ciudad clamando venganza contra su padre y la esposa de éste, Juana Enríquez. En este clima de guerra civil, los catalanes proclamaron rey a Renato d'Anjou, pero esta alternativa no prosperó, y Juan II pudo lanzar así su última gran ofensiva contra Barcelona.

El monasterio cayó más adelante en la pobreza y el olvido. Con el tiempo, algunas casas e instalaciones que formaban el complejo monástico fueron alquiladas o cedidas a los veraneantes, y así fue surgiendo el nuevo barrio residencial de Pedralbes con sus lujosas villas y cuidados jardines. Cuando el famoso arquitecto y urbanista suizo-francés Le Corbusier visitó Barcelona en 1928 quedó muy impresionado por la «moderna simplicidad» de Pedralbes.En unos escritos recuerda que en una ocasión fue a comer a la Font del Lleó, y de allí pasaron a mostrarle el monasterio. «Su austeridad de molduras es impresionante. Se trata de una de las cosas más buenas que he visto en vuestra tierra. Me he llevado una maravillosa sorpresa con vuestro gótico » «Creo -también dejó escrito- que vuestro país es muy apropiado para que germine en él la nueva modalidad de la arquitectura viva, una arquitectura esencialmente latina porque se basa en relaciones matemáticas y tiene claridad de concepto». Entonces no podía imaginar que esa nueva arquitectura se levantaría medio siglo más tarde en los alrededores del monasterio de Pedralbes, hoy sede de la colección Thyssen Bornemisza.

El nombre de Pedralbes sugiere riqueza en un espléndido aislamiento.El barrio ha conservado hasta hoy su condición de zona lujosa y residencial, donde conviven las grandes y prósperas familias barcelonesas y las nuevas dinastías capitalistas del punto com, y donde se alzan también viejos palacios, históricas entidades deportivas, la Ciudad Universitaria y afamadas escuelas de negocios.Ya no es aquella gótica y melancólica lágrima creada por la joven Elisenda para esconder sus penas, pero en las ramas de sus árboles anidan todavía ruiseñores que, como el poeta, cantan la belleza de un lugar cercado en su día por piedras blancas.

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