Lunes, 26 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6308.
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El síndrome Nebrera
MANUEL MILIAN

No sé si se dan cuenta los ciudadanos de la actual deriva de los partidos políticos en España: se abocan al descrédito. La coherencia no es su norma; es válido sólo el tactismo, y ello en función de las encuestas, jamás en razón de sus proyectos ideológicos.Siempre entendí que la sociometría era uno de los peores defectos del sistema democrático español. El tactismo, si se rige por los postulados de la sociometría, acaba en la degradación democrática.No es el pueblo el que elige una opción, sino la opción la que elige al pueblo. Se ajusta de tal manera la propuesta electoral a la desintegración de la sociedad que la propuesta final viene a ser la compra del voto a cambio de más decadencia social y mayor degradación política. Nadie le pone una compuerta al agua que arrasa lo que encuentra en su cauce. Los síntomas son siempre idénticos: pérdida de la norma moral de conducta, disolución de los valores, materialismo, el dinero como principio exclusivo de los intereses sociales y personales, el hedonismo desenfrenado y la cultura de la muerte que aboca al nihilismo. De él se sigue el terrorismo, un elemento fundamental para destruir la sociedad, para lograr objetivos ilícitos o reconstruir un orden sustitutivo del anterior. Por esa vía llegamos a Nietzsche, Hitler, Mussolini o Le Pen. La mediocridad sacralizada es la premisa de la decadencia en todos los órdenes. Por eso los pueblos sin sociedad civil fuerte corren el riesgo de su degradación. ¿Quién limita los abusos de poder? ¿Quién obliga a reformar a los partidos, las instituciones o el Estado, sino la presión social de la sociedad civil consistente? Lo que ahora conocemos en Catalunya y España es el paroxismo en la mediocridad, la mayúscula ineptitud de los realmente inexistentes liderazgos sociales. ¿Acaso no se ha impuesto en la partitocracia española una tangente de mediocridad en todos los partidos políticos? Un ilustrado será un ser odioso en esa «cultura de partido» que arguye el Sr. Vendrell (del P.P.).Si no hay luz, no se dan ideas; si no se dan ideas, desaparece la fuente de la renovación, de la reforma o de la innovación.En 1856 Alexis de Tocqueville publicó El antiguo Régimen y la Revolución como un aviso a la inercia del olvido. Él quedó estupefacto de lo que sucedía en la Francia de Luís Napoleón: de la II República se pasó de nuevo al Reino de Francia en una evidente regresión.Olvidar el pasado es un hábito consustancial de la mediocridad: de este modo pueden repetirlo, para suplantar la falta de autocrítica y de imaginación de su propia condición. Copian, como los malos estudiantes; lo peor es que copian mal. Esa innata incapacidad para gestar una idea les conduce al marasmo. De ahí la simbología del gesto de Montserrat Nebrera en la famosa cena del Majestic.Ella, inteligente y activa, percibe los males de nuestro sistema, profiere lo que siente, porque a veces el asco es una pasión incontenible. Ha desarrollado un discurso sincero con un lenguaje políticamente incorrecto, sin que los denunciados se aperciban de que la incorrección está en la sociedad y no en el discurso.Si la actual partitocracia es un pantano de inconveniencias, entre otras cosas, denota un pernicioso olvido del pasado, una ignorancia abusiva de la ética, una clara decantación por el provecho (el voto) y la utilidad (el poder). Y así no vamos a ninguna parte. Nebrera asumió su vocación intelectual, rompiendo las reglas de esa «cultura de partido» del Vendrell y de Piqué, el de todas las habilidades del arco iris. Así nos luce el pelo en Catalunya y así va el PP catalán. Lo siento porque me duele, pero agradezco a Nebrera su gesto valioso de sinceridad. Un poco de aire fresco en la charca.

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