Lunes, 26 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6308.
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MAÑANA, LOS DOS DVD DE 'AIDA' POR 7,50
Entre el intimismo y la ópera de masas
TOMAS MARCO

La apertura del Canal de Suez en 1869 fue un acontecimiento mundial y el Khedive de Egipto, Ismail Pachá, pidió a Verdi, compositor ya universalmente famoso, un himno para la ocasión. Verdi no aceptó y obtuvo la contrapropuesta de escribir una ópera (lo que también se propuso a Wagner y Gounod), algo que le contentaba más. Sin embargo, la obra no se estrenaría en aquella fecha, ya que lo impidieron causas diversas como la lentitud del autor componiendo y la Guerra Francoprusiana que trastocó toda Europa. Por fin, el 24 de diciembre de 1871 se estrenaba en El Cairo, sin que el compositor se desplazara hasta allí y ante un variado público internacional, Aída, constituyendo un éxito, refrendado al año siguiente en La Scala de Milán, y que dura hasta nuestros días.

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En realidad, Verdi pensó que sería su última ópera y así pareció durante bastantes años hasta que un joven y talentoso compositor y libretista, Arrigo Boito, consiguiera que el maestro, tres lustros después, diera a la luz su asombroso Otelo seguido seis años más tarde por ese Falstaff que sí sería ya un adiós definitivo.

La obra cuenta con un libreto situado en el Egipto faraónico que escribió Antonio Ghislanzoni basándose en una novela del arqueólogo francés Auguste Mariette. Relata los amores del general Radamés, enviado por el faraón a combatir contra una invasión de los nubios a los que vence apresando a su jefe, que resulta ser el padre de su secreto amor, la esclava Aída. Conflicto entre amor y deber en el que se cruza el encaprichamiento por Radamés de Amneris, hija del faraón. La cosa acaba mal: Aída y Radamés morirán enterrados vivos en una tumba sellada mientras arriba Amneris canta su desesperación en una ceremonia funeraria.

Aída tiene fama de ópera de masas y en muchos momentos lo es por sus escenas ceremoniales y su célebre Marcha triunfal pero, al mismo tiempo, es una ópera llena de escenas intimistas, coloquios de amor, tensas relaciones paternofiliales y hasta monólogos internos que prueban hasta qué punto la ópera italiana de acción se iba impregnando de psicologismo. Precisamente, la versión que ofrece EL MUNDO se presta a estas escenas íntimas sin perder de vista la espectacularidad que exigen otras. Ello le viene del teatro escogido que no es otro que el Teatro Giuseppe Verdi de Busseto, la localidad donde se crió el propio Verdi, y que está situado a pocos metros del lugar en que viera la luz el maestro. No es un teatro enorme, pero sí está dotado de medios modernos y esta Aída, que fue grabada allí en 2001 con motivo del centenario de la muerte del compositor, se presta perfectamente al lucimiento de la obra y los cantantes. En realidad, esta versión se ha convertido, pese a lo reciente que es, en un hito histórico.

A todo ello contribuye eficazmente la puesta en escena de un director teatral y cinematográfico tan conocido y sólido como es Franco Zeffirelli. La acción transcurre en un Egipto faraónico veraz e incluso historicista, donde ambientes, estatuas y vestuarios corresponden exactamente con la época y permiten al espectador adentrarse en la real situación que Ghislanzoni y Verdi pensaron.

La dirección musical la asume un joven pero ya prestigioso maestro italiano, Massimiliano Stefanelli, a quien en España se pudo ya ver en el pasado Festival Internacional de Santander en una Traviata. Aquí está al frente del Coro y Orquesta de la Fundación Arturo Toscanini.

Aída exige un reparto muy completo y esta grabación lo tiene. La protagonista es encarnada por Adina Aarón, una jovencísima soprano norteamericana que se consagró precisamente en esta ocasión y que incluso después ganaría el Premio de Canto de Montecarlo en 2005. Está aquí más que sobrada de cualidades vocales y también da el tipo físico, pues no sólo es joven y guapa, sino también de color, y se supone que está encarnando a una princesa nubia esclavizada.

El papel de Radamés es representado por otro artista norteamericano, el tenor Scott Piper, también muy joven y cuya aparición ha sido saludada como la de un nuevo divo, especialmente en los papeles verdianos. También Amneris, la hija del faraón, está encomendada a una artista norteamericana joven pero ya de carrera más dilatada.

Se trata de la mezzosoprano Kate Aldrich, dotada de una singular voz que ha sido aclamada desde su triunfal presentación en la Arena de Verona del año 2000 cantando otra ópera de Verdi, La forza del destino. El reparto se completa con secundarios de calidad como Giuseppe Carra o Paolo Pecchiolli.

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