ISABEL SAN SEBASTIAN
Desde que ETA decidió a mediados de los 90 «socializar el sufrimiento», de manera que políticos y periodistas se vieran estimulados a respaldar sus exigencias por miedo a salir «en caja de pino y con los pies por delante», la negativa a ceder a su chantaje suponía que uno/a se jugaba la vida. Plantar cara al terror, denunciar públicamente sus crímenes y animar a la resistencia ciudadana, desde un medio de comunicación o desde un cargo público, conllevaba el riesgo de morir en atentado y la certeza de vivir amenazado/a, con la libertad de movimientos drásticamente reducida y la compañía constante de dos guardaespaldas. Ahora el riesgo se ha extendido y en ciertas empresas y partidos esa actitud le vale a uno/a la condena al ostracismo o la defenestración directa.
La dignidad no está de moda ni en Prisa ni en el PSOE. La valentía cotiza a la baja tanto en el imperio de don Jesús del Gran Poder como en el partido que nos gobierna. Hermann Tertsch es incompatible con la línea editorial de El País por la misma razón por la que Rosa Díez, Nicolás Redondo Terreros o Gotzone Mora lo son con el actual socialismo; porque su rechazo frontal a claudicar ante la banda no encaja en los planes de sus respectivos jefes, hermanados en un proyecto común: aislar al PP, arrinconarlo en una oposición perpetua y consolidarse en el uso y disfrute de las prebendas y privilegios que acompañan a la poltrona, aunque sea a costa de arrastrarse ante pistoleros como De Juana Chaos o Arnaldo Otegi, que ya estaba en ETA en la época de los polimilis y ya entonces optó por la violencia frente a la política.
Lo cierto es que no debería sorprendernos en exceso, por más que nos entristezca. En lo que atañe al amo del Grupo Prisa, su fortuna, amasada en gran medida durante el franquismo, no procede precisamente del coraje democrático, pues ya se sabe que nada hay más cobarde que el dinero. En lo que respecta al PSOE, en cambio, la traición es manifiesta y alguien responderá algún día ante los espíritus de Buesa, Múgica, Pagazaurtundúa y otras muchas víctimas de este combate, que deben de estar revolviéndose en sus tumbas al ver en qué han convertido sus compañeros las siglas por las que vivieron y cayeron ellos sin agachar la cabeza.
En todo caso, reconforta saber que aún hay partidos que rehúsan someterse y, sobre todo, que aún hay periódicos, como éste en el que me leen, que creen en la libertad, respetan la pluralidad y acogen en una misma página a Javier Ortiz y a quien suscribe. Esto sí que es un diario independiente de la mañana.
|