FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Estoy desolado por el feroz ataque de Rajoy a Polanco. No: desolado es poco, no expresa con claridad el fosco barranco donde yace mi ánimo. Estoy profundamente deprimido, abismalmente decaído, abisalmente menoscabado en el alma y, a este paso, en el cuerpo. No sé si para abril levantaré cabeza. Miro la naciente primavera y se me antoja un otoño gargantuesco que se hubiera tragado ya el verano de un bocado. Veo las florecillas del campo que apuntan aquí y allá, en su menuda inconsciencia, y es como si los tiernos vegetales de colores me dieran el pésame por todo lo que pasa. Es decir, por lo que está pasando Polanco, el pobrecito.
El hombre más poderoso de España desde hace 20 años, el gran arquitecto de la construcción nacional, el que ha asegurado la vigencia del Estado de Derecho, el que impide que nadie haga mangas y capirotes de la Ley o la mande a hacer puñetas previa y arteramente prevarigalupadas, ese hombre afable, generoso, gentil, de una simpatía sólo comparable a su legendaria humildad, ese prócer de la plebe que siempre ha tratado con exquisitez a sus adversarios periodísticos y con elegancia courbertinesca a los políticos que no le placían, ese espejo de virtudes cívicas, ese empresario modélico por su respeto a las reglas del juego y la libertad de mercado ha sido vilmente atacado por ese avieso demagogo, ese hirsuto guerrillero, ese verdugo de la Ley, ese legionario terrorífico, esa fiera con apariencia humana nacida en Pontevedra pero durante una noche que parecía toledana y pintada por El Greco. Ferox Mariano! Ferox homo politicastrus! Ferox gallaeciae lobishome! Ferox polanqui lupus!
Polanco ha dicho en un sitio tan insólito como la junta de accionistas de una de las grandes empresas de su imperio (construido, recordémoslo, clandestinamente en los oscuros días del franquismo, vendiendo los libros de texto del régimen), que el PP es un partido que promueve la guerra civil, porque para el PP vale todo, absolutamente todo, con tal de volver al poder; por eso promueve manifestaciones de franquismo puro y duro, como la que reunió en Madrid a dos millones de personas en defensa de la nación española y la Constitución y contra las cesiones del Gobierno a la ETA.
Y sólo por eso, por esa procesión de atrocidades encabezada por Mariano El Feroz, le resulta difícil «ser neutral». Porque lo que siempre ha querido Polanco es ser neutral ¡y gratis! Pero el PP no le deja. También quiso ser liberal y demócrata en tiempos de Franco, pero éste no le dejó. Así que tuvo que ser franquista ayer; y hoy, tristísimo destino el suyo, no es todo lo neutral que querría ser entre el PP y el Gobierno del PSOE. ¡Y encima se niegan ahora a colaborar en sus medios porque les ha llamado fascistas! ¿Ese es el respeto que merece la sagrada libertad de expresión de Polanco? Te vas a enterar, Hermann Tertsch.
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