Lunes, 26 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6308.
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EL ZOO DEL SIGLO XXI / OSCAR HUGO 'LA GARZA' SOSA
El 'Lute' futbolero de Argentina
Tras purgar 14 años de condenas en la cárcel, el atracador más famoso del país se convierte en técnico de deporte infantil
JUAN IGNACIO IRIGARAY. Especial para EL MUNDO

BUENOS AIRES.- Oscar Hugo Sosa se sabe de memoria la trayectoria vital del español Eleuterio Sánchez. Encerrado en prisión leyó todas sus andanzas. Lo admira porque también él, uno de los delincuentes más famosos de Argentina, protagonizó increíbles correrías, huidas y desventuras. Ahora, a los 53 años, lucha por emular la reinserción social de El Lute, e incluso quiere publicar una autobiografía.

Los amigos le llaman Cacho, pero es más conocido como La Garza por sus piernas zancudas. Le tocó crecer en el barrio de chabolas La Cañada, arrabal de Buenos Aires. «A lo mejor empecé a robar porque en casa no alcanzaba el dinero para comer. La primera vez lo hice por aventura, la segunda porque me gustó» confía en entrevista a EL MUNDO.

«Debuté a los 13 años robando en el mercado a una señora. Le quité el monedero. Enseguida me di cuenta de que había metido la pata», admite, «porque esa mujer podía ser mi madre. No es correcto robar, pero menos correcto es robar a una señora que va a comprar pan para sus hijos».

Su padre, obrero portuario, se enteró de aquel bautismo de carterista y le propinó una paliza bíblica. «No sirvió de nada porque seguí en el delito. Yo quería ser millonario, tener un yate, un avión, pero eso estaba muy lejos. Metía la mano en el bolsillo y sólo sacaba pelusa, ni siquiera migas de pan. Y un día dije: 'Bueno, agarraremos el morocho [revólver]'».

Sosa se jacta de haber aprendido el oficio en la vieja escuela de atracadores, que robaban sin matar. «Nunca me acusaron de homicidio», se enorgullece, y trata de justificar que «llevábamos armas para defensa por si nos atacaban».

Se especializó en los golpes en banda a empresas, bancos y camiones blindados. Nada de consumir drogas ni alcohol. «Yo fui ladrón, no le robábamos nunca a un obrero. El punga [carterista] le roba al obrero y eso está muy mal visto en el palo [hampa]», reconoce.

Su arte, según cuenta, consistía en «robar con una sonrisa, con los ojos, que el damnificado se quede contento y no patalee. Nuestro código común era no usar la violencia». Con la carrera de bandido se procuró un buen estilo de vida y construyó una familia, esposa y tres hijos.

Ya crecidito, con treinta y pico años, le echaron el guante y allí empezó a peregrinar por las prisiones de Argentina. «Todas las cárceles son malas, no hay ninguna buena. Y me comí varios meses en el buzón [celda de castigo]», se queja.

La sonrisa alcanza de oreja a oreja cuando rememora su pequeña revancha personal contra los guardias penitenciarios. «Me fugué cinco veces en total, dos veces del mismo penal», se ufana. Dicen que en una oportunidad se arrojó al vacío desde el tercer piso deslizándose sobre una soga artesanal entrelazada con sábanas y trapos viejos.

Y otra vez, en un hospital carcelario, se escapó disfrazado de médico. De forma intermitente pasó 14 años purgando condenas por delitos contra la propiedad, hasta que el pasado 8 de noviembre la Justicia dio por cumplido el castigo. «Estoy excarcelado por tiempo razonable, que es una figura rara del Código Penal. No estoy inhibido ni embargado y puedo hacer uso de los derechos de cualquier ciudadano. Ya pagué a la Justicia con años de cárcel, no debo nada».

Igual que en las películas, cuando Cacho salió de prisión le aguardaban en la calle sus amigos de la infancia Osvaldo Benítez, ex jugador de fútbol, y Francisco De Paula, un pequeño empresario. Le propusieron que empezara una nueva vida con ellos. Entonces fundaron la cooperativa Empresariado de Fútbol, que apunta a formar jugadores infantiles y cazar talentos bajitos del balompié.

Todos los domingos juega el equipo Aixa, un grupo de chicos que tiene a Sosa de director técnico. Aunque parezca insólito, muchos padres apuntan a sus hijos a jugar con el ex atracador. «Saben que yo aconsejo bien a los pibes, que no se metan en el delito. Es la única enseñanza que puedo dar. Siempre repito: si roban van a terminar donde terminé yo, en el infierno».

Después de casi toda una vida en la ilegalidad y de sobrevivir a dos tiroteos, de los que aún conserva plomo en su cuerpo, La Garza asegura que se ha retirado definitivamente y frecuenta el barrio de sus amores, La Cañada. Le desvela la pobreza: «A muchos chicos les hacen cri cri [ruido] las tripas. Tienen hambre. Por eso yo quiero llevarlos al fútbol, para evitar que terminen como delincuentes».


LO DICHO Y HECHO

«Les digo a los pibes que no se metan en el delito. Si roban terminarán como yo: en el infierno»

1952: Nace el 5 de septiembre en la provincia de Tucumán, situada al norte de Argentina. 1958: La familia se traslada a Buenos Aires y se instala en un asentamiento marginal de Quilmes, un suburbio de la capital. 1965: Con 13 años se estrena como ladrón cometiendo su primer robo en un mercado. 1999: Recibe su última condena. 2006: Es excarcelado tras purgar 14 años en la cárcel y empieza una nueva vida ligada al fútbol infantil.

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