FRANCISCO UMBRAL
Un libro sobre la vida y sucesos de César Borgia y otros Borgia es ahora la última novedad en este mercado de novela histórica que no sabemos si trata de ennoblecer la novela, de ilustrar la Historia en vivo o de ambas cosas. Sabemos, empero, que la novela histórica está creciendo en todo el mundo civilizado y a los lectores les da igual porque no tratan de ilustrarse por vía urgente o de amenizarse los fines de semana. Tienen para elegir el mundo y la vida de los Borgia, el enigma Da Vinci, las trastadas de Felipe II, los amores de la Reina Católica y otras muchas amenidades. Porque la ola de novela histórica no es histórica ni es novela sino meramente comercial.
Uno diría que entre editores, novelistas fáciles y plagiarios al ajillo de la Historia con mayúscula han muñido el invento en Europa y América. Tengo la idea de que el título protagonista de toda esta aventura intelectual fue El nombre de la rosa, que se hizo rápidamente universal, coincidiendo más o menos con Cien años de soledad. Y no me extraña que ahora, años más tarde, García Márquez anuncie su abandono de la novela porque lo suyo era literatura en estado de pureza y legitimidad, pero el tiempo y sus gestores le han sumado a la banda de la novela histórica o la historia novelada.
Hoy se hace narración alegremente histórica porque el lector quiere salir de la orfandad de tantas guerras como han embellecido su ignorancia. Basta con contar cómo Da Vinci pierde el pincel y espera a que el Emperador, que se pasea por el taller, se lo restituya. Basta con eso, digo, para tener una narración historicista de muchas páginas. Diremos que los dos puntos fuertes y difíciles de toda novela son la peripecia y la escritura. La peripecia nos la brinda cualquier texto amenizado y la escritura no suele aparecer por parte alguna, pues el profesor, que acostumbra a serlo, usa un estilo pedagógico, de Escuela Normal, anticuado profesionalmente como una tienda de lo mismo, o sea las antigüedades de tanto prestigio para el nuevo pobre que se está atalajando de rico.
Así, más o menos, es como nace una novela histórica en cuanto a la naturaleza de la historia novelada, digamos, que viene a halagar la pedantería del lector dominical y el ocioso con títulos y diplomas de vago. Cronológicamente, este tipo de novela se sitúa y nos sitúa entre la curiosidad periodística y, por referirlo a España, la necesidad de volver al infantilismo de los galdosianos Episodios Nacionales. Después de Galdós tenemos a Blasco Ibáñez, que también escribió mucho sobre los Borgia a partir del apellido originario, que es Borja. Entre Madrid y Valencia, sí, nace la novela histórica a la española.
Al margen de esta atroz novela histórica se encuentran los historiadores y novelistas absolutos. Para nosotros De la edad conflictiva, de don Américo Castro, o Judíos moros y cristianos, son Historia en estado puro y con lenguaje felizmente espontáneo que le llega a don Américo de las sabidurías del pueblo. Y ya hay una generación de historiadores jóvenes e impecables entre la que se sitúa, por ejemplo, Pedro J. Ramírez.
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