«Cuando se compra por Internet, el portal envía al usuario un número de teléfono de 200 digítos, multiplo de dos números primos, que siempre son los mismos pero que no se conocen. Si se conociera la lógica de los números primos, podrían conocerse estos números y todas las cuentas de los usuarios de la web quedarían al descubierto», explica Marcus. El matemático repasa en su libro las vidas de todos aquellos que han intentado descifrar el enigma, empezando por el propio Riemann.

Perfeccionista hasta la obsesión, Riemann cambió la teología por las matemáticas y dedicó su vida a los números primos, estableciendo la que hasta ahora es la más firme hipótesis sobre el asunto, aunque no consiguió demostrarla y el misterio no hizo más que aumentar. Porque «los números primos son la piedra angular de las matemáticas y están al alcance de todo el mundo», considera Marcus. «Cualquiera puede tratar de encontrar una lógica a la serie o, al menos, intentar calcular el siguiente número primo», añade.

Además de la historia del obsesivo matemático alemán, La música de los números primos se aproxima a la atractiva figura de André Weil, «el último matemático universal». «Es uno de mis personajes favoritos. Su historia podría ser una película. Pasó parte de su vida en la India y regresó a Francia fascinado por lo que creía era una nueva forma de entender el mundo. Huyendo del reclutamiento, acabó acusado de espía en Finlandia y pasó una temporada en la cárcel. Se libró de ser ejecutado porque un matemático convenció al alcaide de la prisión de que era un genio. De vuelta a Francia, volvieron a detenerlo, pero no le importó. Llegó a desear pasar más tiempo en la cárcel para poder trabajar tranquilo. En esa etapa hizo sus mejores teorías», explica el matemático, apasionado hasta el extremo por las historias de sus colegas.

«Hay mucho desconocimiento al respecto. La gente no sabe qué hace un matemático en su vida diaria. No se lo imaginan. Por eso las facultades están vacías», dice Marcus. O lo estaban, porque desde que se publicó su libro en Inglaterra han aumentado las preinscripciones en carreras relacionadas con los números.

«Este era mi plan B. Yo en realidad quería ser espía», bromea Marcus. «De hecho, hay muchos matemáticos que trabajan como espías y también hay muchos que se están haciendo ricos jugando a la Bolsa», añade el también escritor, que no cree que la labor del matemático deba limitarse a crear. «Sobre todo tiene que hacerse entender», dice.