JAIME RODRIGUEZ
Erika Villaecija ha logrado conservar la sonrisa del equipo español en los Mundiales de Melbourne cuando todos esperaban, dientes apretados, la crudeza del estado de nuestra natación terminada ya la fiesta de la sincronizada. Los modestos objetivos estaban centrados en ella y en su ex novio, el velocista Eduard Lorente, únicos dos competidores ubicados cerca de la elite internacional. Ella cumplió ayer brillando en la semifinal de 1.500. Se clasificó quinta, batió su propio récord de España con una marca de 16:09.40 (cuatro segundos mejor que la anterior) y hoy nadará sin presión con las mejores del mundo. La final era su meta, en el exigente circuito de la natación, donde España anda en pañales, sin el nivel alcanzado en otras disciplinas reinas del programa olímpico.
El tiempo que firmó Villaecija batió incluso a Laure Manaudou, que se clasificó con peor crono. «Mi primer objetivo era la final, hacer mi marca, iba girando y viendo mi marca. Ha sido una buena carrera, he tenido la suerte de que la americana [Kate Ziegler] no se nos ha ido mucho», explicó la catalana que entrena Joan Fortuny. Erika, de 22 años, ha regresado a su mejor nivel en este pasado invierno tras volver a entrenarse en Barcelona, su ciudad. La anterior temporada la pasó en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, adonde nunca se adaptó. La Federación quiso que Fortuny y sus nadadores se prepararan en la capital para el Europeo de Budapest del pasado año. Los problemas internos del exigente entrenador con los responsables federativos no ayudaron a crear el ambiente de trabajo más adecuado para Villaecija, que meses antes también terminó su relación con Eduard Lorente.
Psicóloga.
Erika explotó en 2004, en el Europeo de Madrid, con dos medallas de oro, y acarició la gloria olímpica meses después en Atenas, con un sabroso quinto puesto en la final de 800 metros libre. Pero su rendimiento no creció como los técnicos esperaban. Continúo siendo la dominadora en los campeonatos de España, pero en las citas internacionales se alejó de los podios. Las suaves medallas de los Juegos del Mediterráneo acompañaron en 2005 a sendos diplomas de finalista en los Mundiales de Montreal. El golpe llegó en los Europeos de Budapest del pasado verano. No entró en ninguna final tras una año de melancolía en Madrid. Pidió a Fortuny regresar a Barcelona con los suyos, aunque en la Residencia Blume había conocido a su nueva pareja, el también nadador mundialista Rafael Muñoz.
En septiembre pasado, su entrenador estuvo a punto de ser despedido por la Federación y Erika se planteó marcharse con él a un club italiano. Sin embargo, el nuevo director técnico nacional, Maurizio Coconi, apostó por Fortuny. Villaecija sonrió una vez en casa, mientras continuaba con sus estudios de Psicología (repasa los apuntes en las eternas sesiones de piscina). Ya en diciembre volvió a subir a un podio para recoger el bronce de los 800 libre del Europeo de Helsinki en piscina corta. «Espero que este resultado levante el ánimo de toda la selección», dijo ayer Erika, que quiso desear suerte al equipo de waterpolo femenino que esta pasada madrugada debía disputar los cuartos de final contra Estados Unidos.
En las pruebas nobles, ayer el holandés Pieter Van den Hoogenband se clasificó para la final del 200 libre por delante de Michael Phelps y Massimiliano Rosolino.
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