CARMEN LLORENTE
Nuevo jarro de agua fría a las Bolsas. El miedo a una fuerte desaceleración económica en Estados Unidos volvió a calar ayer fuerte en los mercados de valores, después de que se conociera otro preocupante dato inmobiliario en la mayor potencia del globo. La venta de nuevas viviendas en EEUU cayó un 3,9% en febrero, hasta acumular la cifra interanual de 848.000 casas, mucho menos que las 985.000 viviendas que esperaban los analistas y el nivel más bajo desde junio de 2000.
Los expertos creen que es extraño que los cálculos del mercado estén tan alejados de las cifras finales, por lo que es probable que la salud del sector esté peor de lo que estima. La reacción en Wall Street fue inmediata. El Dow Jones de Industriales abrió con un retroceso cercano al 1%, caída que fue suavizando hasta cerrar la sesión con un punto porcentual negativo.
No hay que olvidar que la Bolsa de la ciudad de los rascacielos ganó más de un 3% en los últimos días, la mayor subida semanal desde marzo del 2003, lo que impulsó ayer a los inversores a tomar beneficios.
Los números rojos de Wall Street se trasladaron a las Bolsas europeas, que cerraron con caídas del 1%. El parqué español, que por la mañana subía más de medio punto porcentual, concluyó la sesión con un recorte del 0,52%, una caída que hubiera sido mucho más fuerte de no haber sido por el repunte del 3,7% de Endesa.
Las dudas económicas en Estados Unidos no fueron el único factor que propició la recogida de beneficios. El barril de crudo Brent, de referencia en Europa, superó los 64 dólares y se situó en su nivel más alto desde diciembre, ante la creciente preocupación en los mercados de que la crisis por el programa nuclear iraní afecte al suministro. El pasado sábado, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó, por unanimidad, una resolución que impone nuevas sanciones contra Irán si no suspende sus actividades de enriquecimiento de uranio.
Un nuevo repunte del petróleo hacia los máximos históricos alcanzados el pasado mes de julio, aterra a los economistas, ya que puede provocar un aumento de la inflación, algo que complicaría aún más la marcha de la economía mundial. «El terreno está resbaladizo. Es posible que veamos nuevas tormentas bursátiles», explica Dionisio Peláez, broker de GPM.
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