Martes, 27 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6309.
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Sbai cree que la Guardia Civil dejó pasar a la caravana gracias a Zouhier
JOAQUIN MANSO

MADRID.- «Es muy extraño que se pare a marroquíes en una carretera y no se les registre». El testigo Lofti Sbai expresó ayer su «sospecha» de que el confidente de la Guardia Civil Rafá Zouhier participase de alguna manera en el transporte desde Avilés (Asturias) de los explosivos que, según la Fiscalía, explotaron en los trenes. De esta manera, se explicaría que la patrulla que dio el alto por exceso de velocidad al Toyota Corolla que conducía Jamal Ahmidan, El Chino, no comprobase su matrícula.

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El vehículo había sido sustraído en septiembre de 2003, y viajaba con las placas dobladas. En la provincia de Burgos, la Guardia Civil ordenó al coche detenerse. El Chino enseñó entonces un pasaporte belga y dijo que no tenía el permiso de circulación. Los agentes le multaron, pero le permitieron continuar viaje.

Lofti Sbai recordó una ocasión en que circulaba con Rafá Zouhier y la Policía les mandó parar. Aseguró que les pidieron la documentación y que, «de repente, vino un compañero que estaba hablando con Rafá y les dijo: 'Eh, devolvédselo todo, que son buena gente'. Y no comprobaron nuestra filiación, ni si el coche era robado». El testigo, que era compañero de piso de Zouhier, hizo así un paralelismo con la situación que se dio en el viaje desde Asturias, donde el acusado iba con frecuencia.

Servicios secretos

Sbai es hijo de un ex agente de los servicios secretos marroquíes. Se encuentra en prisión por tráfico de drogas y estuvo imputado en la causa del 11-M. El juez Del Olmo le atribuía la condición de intermediario entre el guardia civil Pedro García y los islamistas en el tráfico de las armas.

El testigo también relató el episodio de su cumpleaños, que se celebró en una céntrica marisquería madrileña tres días después de los atentados. Allí vio a Antonio Toro y a Zouhier discutir porque el primero temía que «unos explosivos que su cuñado había vendido a El Chino» fuesen los utilizados para la matanza.

Añadió que recomendó a Zouhier que contase a la Policía cuanto sabía, que éste «estaba muy asustado» y que prefirió, con ayuda de su madre, «buscar a un guardia civil que testificase que él había avisado antes de los atentados». También añadió que, en una ocasión, le enseñó un subfusil con el que pretendía atacar al portero de una discoteca.

Previamente declaró una ex novia de Zouhier, que contó que, una vez, pudo ver «un agujero en el colchón, manchas de sangre en la pared y la mano quemada de Rafá». Señaló que la versión que le dio el acusado es que se había producido una explosión cuando manipulaba un móvil.

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