El río Manzanares partía la ciudad en dos zonas. La nueva vía vetó el paso a las personas que no fueran en vehículos a toda velocidad. La ribera del río y gran parte de la ciudad se vio invadida por una carretera que los taxistas llegaron a bautizar como la pista. Alberto Ruiz-Gallardón apostó por curar esta herida y «recuperar el río Manzanares, la fluidez de la comunicación entre barrios y el acceso de los ciudadanos a nuevas áreas lúdicas, estanciales y deportivas» y mejorar el resto de la circunvalación.

En una de las zonas más duras de la ciudad, el Manzanares, empezará a haber dentro de unos meses una alfombra de parques y jardines. Los coches desaparecerán de la orilla el viernes con el soterramiento del tramo Marqués de Monistrol- Nudo Sur. Lo más sorprendente es que los miles de vehículos que circularán por los túneles lo harán sin atascos bajo miles de toneladas de hormigón.

Encima de los coches habrá nuevas áreas, se recuperarán valores históricos, paisajísticos y ambientales de la ciudad y los monumentos del entorno. Se unirá la ciudad con los jardines históricos y se mejorará la movilidad de los peatones y de los ciclistas, algo impensable hace unos años. «Nadie creía que seríamos capaces de hacer algo así», afirmaba Ruiz-Gallardón la pasada semana en la inauguración del túnel norte del bypass sur, una de las piezas clave del puzle.

El actual alcalde apostó por su ingeniero preferido, Manuel Melis, ideólogo, junto con Luis Eduardo Cortés, de la ampliación del Metro. Después de embotellamientos históricos, alguna inundación, críticas de vecinos y oposición, la nueva M-30 ya ve la luz con la inauguración de los últimos tramos, dos esta semana y otros dos a finales de abril.

La obra, en el caso del río, ha sido muy compleja y permitirá, gracias a los bypass y los túneles, la recuperación del Manzanares y su entorno. Los ciudadanos se podrán mover en bici o andando por las orillas del río.

La obra total, que ha costado más de 3.900 millones de euros, ha tocado todo el perímetro de la vieja pista. Pero si hubiera que destacar, además de los espectaculares bypass y el soterramiento de la zona que va paralela al río, algún tramo de la veintena realizada, uno de ellos es el que se abre hoy: el nudo de la Paloma. Une la M-30, a la altura de la estación de Chamartín, con el barrio del Pilar. El otro sería la avenida de Portugal, que ha quedado como un gran jardín con los coches enterrados circulando por el túnel.

Un vecino se acercó en la inauguración en la avenida de Portugal y le dijo al alcalde que no podía dormir. Ruiz-Gallardón le preguntó la razón y el vecino le contestó: «Esto está demasiado tranquilo. No escucho el ruido de los coches».

Además de que este vecino duerma mejor, el Ayuntamiento asegura que los accidentes disminuirán entre un 34,6% en la zona norte y un 52% en la zona sur. Se calcula que los madrileños ahorraremos 2,5 millones de litros de combustible al año, 708 millones de horas en los próximos 30 años y las emisiones de gases invernadero disminuirán en 35.000 toneladas anuales. También se regenerarán 31 hectáreas de nuevas zonas verdes y se rehabilitarán otras 20 degradadas actualmente. Eso sin contar con el ruido que dejará mudas muchas casas madrileñas.

Pero esta infraestructura también ha tenido rechazo. Los vecinos de la zona sur seguirán movilizándose para protestar por las chimeneas que han colocado cerca de sus casas. Creen que la contaminación que salga del túnel se irá a su barrio y a sus viviendas. Los ecologistas también han protestado, tanto por los miles de árboles cortados como por no compartir la filosofía de mayores y mejores infraestructuras para los coches, aunque sea a costa de poder pasear encima de un túnel.

Los partidos de oposición han sido muy críticos con las obras. Han acusado a Gallardón de querer imitar a los faraones y han dicho que las obras son caras, que empeñarán a los ciudadanos los próximos 30 años y no resolverán el problema del tráfico. Tampoco les ha gustado el anuncio «¿Qué pasaría si nunca pasase nada?».