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La violencia es el último recurso del incompetente (Isaac Asimov) |
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AQUI / NO HAY PLAYA |
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La guerra del abuelo Cebolleta |
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David Torres
En España, donde siempre nos ha gustado calentar las gradas bastante antes del partido, se nos está yendo un poco la mano. Todavía no ha sonado el pistoletazo de salida para las municipales y ya hay gente caldeando el ambiente de las generales con un año de anticipación. Ahora resulta que el clima de este país es «prebélico». Un observador extranjero podría jurarlo viendo las reacciones de nuestros mandamases en el Congreso, igualitas a la de una banda de chimpancés antes de empezar la gresca. Hay nacionalismos, hay intransigencia, hay cerrazón, pero falta un ingrediente fundamental para que en este país de países y tres naciones y media se repita la historia de España en el 36. Nos falta el ruido de armas, y no en los cuarteles, sino en la calle. Nos faltan los anarquistas con sus boinas, los falangistas con sus correajes y los comunistas con sus pañuelos, cada uno alzando el brazo correspondiente y haciendo los malabarismos propios de su fe: esto es, fusilar a dos manos.
En Madrid, que más que capital es el termómetro de la confederación, ha tenido lugar este fin de semana lo que podría llamarse el primer antecedente serio de la contienda. Un septuagenario ha descalabrado a bastonazos a un octogenario en una trifulca que tuvo lugar en el Barrio del Pilar, en medio de una protesta contra los parquímetros y el túnel de la M-30. El agresor llamó «rojos de mierda» a los manifestantes y al agredido no se le ocurrió otra cosa que pedirle que se lo dijera a la cara. El septuagenario de derechas usó el lenguaje de signos, acompañándose de caligrafía vegetal, mientras que el octogenario de izquierdas echó mano del código de señales cromáticas que suele brotar de la cabeza de los mamíferos superiores en estos excitantes intercambios de información. En fin, la historia de España que, como decía Angel González, tanto se parece a la morcilla: «las dos se hacen con sangre, se repiten».
Cualquier futuro historiador de la guerra civil que se avecina podría tomar el incidente como un síntoma prebélico, si no fuese porque la edad conjunta de los contendientes suma más de 150 años. Es decir que más que preguerra, este par proviene de una posguerra que (como dice otro poeta, Muñoz Robledano) no se acaba nunca y que sigue perpetuando los gestos inmortales de las dos Españas tal y como las retrató Goya allá en los tiempos oscuros del Mesozoico: un energúmeno a la derecha, otro a la izquierda, ambos enterrados hasta las rodillas en el fango de sus ideas, y cada uno armado del correspondiente instrumento de persuasión. Ley de memoria histórica: contra la amnesia, jarabe de palo. Nos faltan las pistolas que, en el 36, brotaban de abrigos y chaquetas como mecheros de yesca. Menos mal que el abuelo Cebolleta, que nunca se olvida de contar sus batallitas, tenía a mano su bastón. Siempre nos quedará el Mesozoico.
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