MARIA LUISA TORIBIO
El repiqueteo insistente de los flashes anunció la hora de su llegada mejor que cualquier reloj. Unos minutos apenas después de las siete y media apareció el torero, de traje oscuro y mirada enlutada, para meterse en un callejón que no era el de siempre. Se trataba esta vez, simplemente, de las sillas de un salón del Hotel Palace. A su lado, un escritor y amigo, no necesariamente por este orden. Flanqueando, Nieves Herrero e Ymelda Navajo. La Esfera de los Libros presentaba ayer el último trabajo de Tico Medina, una semblanza de José Ortega Cano que ha subtitulado Traje de luces, traje de cruces.
Dice el primer capítulo del libro que Rocío Jurado, que no estuvo pero estuvo, mencionada mil veces en el acto de ayer, encargó a su amigo Medina en su último cumpleaños que contara quién era Ortega Cano. Misión cumplida, si bien esta obra no es un hilván de fechas y sucesos, sino la radiografía del espíritu de un hombre: «A mí me hubiera gustado que Tico hubiera escrito el libro del torero, de mis tardes de gloria, pero para eso hay otros», reconocía el diestro. «Yo al principio no entendía por qué se contaba todo eso, pero me alegro de que sea así». Aunque todavía tendrá que reunir serenidad para bucear con soltura entre sus páginas: «Me pasa con el libro lo que con faenas muy importantes: que las he grabado y no me he atrevido a verlas nunca».
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