M2 acompaña al candidato socialista a la Alcaldía por las 'tripas' del Valle-Inclán y charla con él sobre el paquete de medidas que propone en materia teatral
Alguien dijo una vez que la vida es como una obra de teatro que no permite ensayos. Quizá fue Chaplin. Detrás del escenario, el candidato socialista a la Alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, se mueve como pez en el agua. Los bastidores son una región de mucho trabajo, pero de pocos focos y aplausos. Allí ha permanecido muchos años hasta que las circunstancias le han convertido en actor principal. Quizá se percata de ello en ese instante que deja atrás las tripas del Valle-Inclán y medita en silencio sobre las tablas, mirando las butacas aún desnudas.
El atrezzo de la obra de Henrik Ibsen Un enemigo del pueblo se encuentra ya preparado. La función está apunto de comenzar: una mesa golosa, esperando a que los actores y el público pongan en marcha la magia del teatro. No deja de ser curiosa su presencia en una obra cuyo autor afirmaba que «las mayorías nunca tienen razón». Hay quien dice que las casualidades no existen.
No se puede decir que sea animal de teatro, aunque guarda emotivos recuerdos de esta disciplina artística en alguna parte de su infancia: «Uno de mis hermanos, que falleció hace poco tiempo, se dedicó al teatro durante un año. A mis padres les costó asimilarlo, aunque acabaron pasando por el aro». No tuvieron más remedio, más, si cabe, teniendo en cuenta que el teatro era la única evasión con que contaban para reposar la presencia de sus 10 hijos.
Pero además, Sebastián guarda cierta emoción y vinculación con la persona de Valle-Inclán, al que conoció cuando cursaba COU. «Tuve que hacer un trabajo de Luces de Bohemia y le entrevisté, estuvimos discutiendo un poco. Él era muy apasionado. Me dieron Matrícula de Honor», ironiza. Precisamente ayer quiso hacerle la segunda entrevista, acudiendo al itinerario que reedita la Noche de Max Estrella. «En el año 74 llevé flores a su estatua como agradecimiento».
En mitad de su visita se topa con algunos de los actores que intervienen en la representación. Como es una tarde de coincidencias, le viene a saludar Enric Benavent, que hace de alcalde en la función. «¿Algún consejo al aspirante?». El actor no duda y mirándole a los ojos responde: «Sí, que no siga mi ejemplo». Benavent interpreta a un personaje oscuro, sin escrúpulos.
Su presencia en el Teatro Valle-Inclán no es baladí. Aprovecha el momento para charlar acerca de sus propuestas culturales, que difieren de la tendencia del actual consistorio, cuya política, según él, «no estimula el desarrollo de las capacidades creativas, ni empresariales». Frente a la programación del musical y de los fenómenos culturales consagrados e importados, Sebastián prefiere la cultura de base y el talento de la cantera, la energía creativa de la juventud.
Aludiendo a la tendencia del actual alcalde de fichar gente de la izquierda para esta área, el candidato socialista afirmaba que la diferencia entre los dos es que «a mí me importa la cultura y él importa la cultura».
Es pronto para decir algún nombre pero de sus afirmaciones se deduce, quizá, un poco de continuismo, como el del director del Teatro Español: «Tengo buen concepto de Mario Gas». Si Gallardón promete sesiones de Noches en blanco y musicales, Sebastián prefiere escaparse de los «episodios festivos, ocasionales, que llevan el denominador común del despilfarro» para fomentar la cultura permanente y de base de todas las artes escénicas. En materia de programación, Sebastián apuesta por las obras de interés social y cultural de autores actuales y además «que sean madrileños o residan en la capital».
Entre sus novedades prima la creación de un Centro de Coordinación, Investigación y Desarrollo de Proyectos e Iniciativas Escénicas que actúe como una especie de evaluador del talento y que apueste por una u otra forma de financiación. «Habrá mucha gente importante dentro de ese centro coordinador, que tendrá un enfoque de I+D». También le gustaría que hubiese «mayor coordinación y conexión entre la red de teatros de los centros culturales, con los 59 teatros de la Comunidad de Madrid». Y propone mayor colaboración con la iniciativa privada de empresarios y creadores madrileños, establecida mediante convenidos periódicos que garanticen la estabilidad de los proyectos.
A estas alturas de la función, con el micrófono en la boca y el objetivo de la cámara mirándole con insistencia, quizá el candidato se haya dado cuenta ya (como termina diciendo Ibsen en la representación de Un enemigo del pueblo) de que «el hombre más fuerte del mundo es el que está más solo».