La sombra del Día Mundial del Teatro (que se celebra el próximo jueves 29 de marzo) planea esta semana sobre la agenda cultural, que se presenta cargada de actos que cortejan a las artes escénicas de una u otra manera. La Asociación de Autores de Teatro, agentes imprescindibles del asunto, lleva unos años apuntándose al homenaje con su ya tradicional maratón de monólogos, que se celebró ayer en La Casa Encendida.
Al grito de «¡Viva el teatro!», recibido con aplausos, el actor Rubén Ochandiano afrontó el foco solitario en la penumbra de un auditorio expectante. Y se convirtió en un ser asustado, humilde, pobre, sin un euro, en el monólogo Bocata de calamares, de Yolanda García Serrano. Ochandiano emocionó, hizo reír y pintó en un brochazo el esbozo de lo que iba a ser la noche. Un actor, un texto, el público.
La séptima edición del maratón reivindicaba, como suele, a los autores noveles o poco conocidos -aunque la directora y guionista Yolanda García Serrano no sea un ejemplo, precisamente-. Ellos, que son la cantera y el futuro de las artes escénicas, estuvieron representados por 14 actores que se reunieron en torno a 30 textos teatrales. Raúl Hernández, Luis Maluenda y el alma mater del grupo Yeses (formado por internas de Alcalá-Meco), Elena Cánovas, fueron los directores de este espectáculo marcado por la desnudez.
El minimalismo, sí, porque la ocasión pedía atención a las palabras y al trabajo del actor. La escenografía se hizo símbolo, y apenas un gorro, un foulard y la imaginación del público trabajaron a favor de las palabras escritas por Miguel Murillo, Juana Escabias, Juan Luis Mira, Laura Crespillo, Arturo Pinedo, Pedro Montalbán, Guillermo Heras, Miguel Signes, Rita Forlani, Leandro Herrero, Eduardo Galán, Luis Araújo, Pedro Catalán, Manuel Villa-Mabela, Poli Calle, Alfredo Gómez Cerdá, Irene Golden, Stella Manaut, Raúl Dans, José Cruz, Carlos Alvarez-Novoa, Elena Belmonte, Manuel Muñoz Hidalgo, Paco Becerra, José Luis Esteban, Antonia Bueno, Fernando Almena, Itziar Pascual y Alfonso Plou.
La mano de obra la pusieron con mayor o menor fortuna actores tan conocidos como Asunción Balaguer, Miguel Rellán o Anabel Alonso. Nuria González, conocida por su papel en Los Serrano y en la obra Cinco Mujeres punto com, afrontó un monólogo basado en la Antígona de Sófocles, y lloró Lágrimas de tortuga para el respetable. Raúl Peña, otro televisivo, sorprendió con Soy puta, una alegoría sobre la legitimidad de la profesión más vieja del mundo. El cómico Pepe Viyuela fue el encargado de dar el cierre a la noche con John Wayne. Y después, como también viene siendo habitual, chocolatada protagonizada por varios bufones que pretendieron poner el mundo al revés.
El maratón se interrumpía cada cinco monólogos para dar un descanso al umbral de atención del público, momento que aprovechaba la gente que estaba esperando en la puerta para rastrear los huecos libres -ni uno- que quedaban en el auditorio de La Casa Encendida. Todos al grito de «¡Viva el Teatro!»