SERGIO PICCIONE
MADRID.-
«Estamos convencidos de que aumentar nuestra participación en el grupo Volkswagen más del 30% beneficiará ambas sociedades sin que por ello vaya a diluirse la personalidad de Porsche». Con estas palabras, Wendelin Wiedeking, el presidente de Porsche, justificó el incremento de la participación de Porsche en Volkswagen del 27,3% al 30.9% anunciada el pasado sábado. Una decisión que implicaba que Porsche debía lanzar una OPA sobre el total del capital del grupo Volkswagen.
Pero la emblemática firma de coches deportivos no tenía intenciones de optar al máximo del capital del grupo Volkswagen y ofrece sólo 100,92 euros por acción -el mismo precio que pagó por el último paquete del 3,6% que le ha permitido alcanzar su participación actual- cuando el precio de las mismas llegó a estar en 117,95 euros el pasado viernes y, pese a la caída de ayer, se ha mantenido a 112,4 euros.
Y es que Porsche no ha tenido en ningún momento la intención de desembolsar los 26.000 millones de euros que, en números redondos, se estima el valor del capital disponible en Bolsa del grupo Volkswagen. Ferdinand Piëch, cuya familia controla al fabricante de coches deportivos y que es el inspirador de esta operación, estima que con el 30,9% que ya posee, unido a 20,3% del estado de Baja Sajonia, tiene ya la mayoría suficiente como quedar a salvo de cualquier maniobra hostil de un tercero.
Baja Sajonia, no vende
Porque lo que si ha quedado claro es que, como era de esperar, el estado de Baja Sajonia ha asegurado que no venderá su participación. Una participación que mientras siga vigente la ley Volkswagen, le asegura una posibilidad de veto a cualquier decisión estratégica que se pueda tomar en el consejo de vigilancia del consorcio alemán que preside Ferdinand Piëch. Pero la vigencia de esa ley, la que Unión Europea repudia, tiene los días contados.
Desde el grupo Volkswagen, su presidente ejecutivo, Martin Winterkorn, se ha apresurado a aplaudir el movimiento con el argumento de que un accionariado estable permitirá a la compañía trabajar en tranquilidad.
Los que todavía no se han pronunciado son los sindicatos. Hasta ahora han respaldado siempre las decisiones de Piëch en contra de las que defendía Christian Wulff, el primer ministro de Baja Sajonia. Pero en el futuro, los intereses de Piëch no deberían ser coincidentes con los suyos por más que su planteamiento sea el de vender por calidad y no por menores precios, lo que siempre implica reducciones de costes.
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