Martes, 27 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6309.
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El boicot se impone por abrumadora mayoría en el referéndum de Egipto
JAVIER ESPINOSA. Enviado especial

EL CAIRO.- Ningún analista, diplomático o intelectual hubiera resumido de manera más explícita lo que semejaba ser el espíritu mayoritario de la población cairota durante la jornada electoral de ayer. Así lo sintetizó en el Daily Star una vendedora de cebollas llamada Bahia: «¿Qué? ¿Reformas? ¿Tiene eso algo que ver con las cebollas? No sé de qué me habla».

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Preocupados como la susodicha en lograr la manutención diaria, la inmensa mayoría de la población egipcia ignoró ayer el referéndum para cambiar la Constitución en una jornada donde la mayoría de los viandantes consultados ni siquiera sabían qué se votaba.

Agrupaciones independientes como el Centro Hesham Mubarak y el Comité de Apoyo a la Democracia estimaron que la participación había oscilado entre el 3% y el 5%, y hasta Ahmed Ezz, uno de los grandes prebostes del régimen, mantenía ya por la mañana que la tasa de votación no podría exceder el 27% «por problemas técnicos».

Un observador europeo confirmó que los colegios de votación que había visitado en El Cairo estaban «virtualmente desiertos y en algunos no había nada dentro; parecían colegios electorales, porque tenían los carteles, pero dentro no había urnas ni papeletas ni nada».

La oposición egipcia asegura que la modificación de 34 artículos del texto constitucional está dirigida a afianzar el régimen autocrático egipcio, desembarazándose de la oposición islamista, e incluso a preparar el camino para una posible sucesión, en la que Gamal Mubarak ocuparía el puesto de su padre. «Las reformas están destinadas a cortar de raíz el ascenso de los Hermanos Musulmanes y son un paso en la preparación de Gamal para el cargo [de presidente]», manifestó Rabah Mahdy, politólogo de la Universidad Americana de El Cairo.

Quizá uno de los escasos centros de sufragio que mantenían a media mañana una cierta actividad era el que las autoridades ubicaron inteligentemente al costado de la sede de la Radio y la Televisión egipcia. Por supuesto, no les costó mucho colocar frente a su puerta todo un panel de cámaras que plasmaban cómo medio centenar de funcionarios y periodistas hacían fila para entrar en el recinto.

Como el resto de los colegios electorales, éste se encontraba repleto de carteles con el rostro del presidente Hosni Mubarak asociado a un claro sí. Un emotivo personaje se encargaba de espolear los ánimos con gritos a favor del voto, de Mubarak y hasta del propio Alá.

«Yo, si no me pagan, no muevo las sandalias», afirmaba con tono resolutivo Mohamed Jalil, uno de los tradicionales porteros de esta capital, enfundado en una raída galabiya (una especie de camisón para hombres), que observaba la escena a varios cientos de metros repanchingado en su sillón. «¿Que qué se elige? No sé, imagino que otra vez a Mubarak, ¿no?», añadía con indiferencia.

En un colegio de Maadi, Abdel Rahman Nahhas, de 42 años, reconocía haber sufragado sí para «evitar problemas». «No he leído los cambios. Pero un amigo policía me dijo que votara sí», adujo.

Los monitores independientes denunciaron incontables irregularidades con habitáculos donde sólo se permitía el acceso a quienes reconocían previamente que iban a votar sí o donde no se usaba tinta indeleble para asegurar que no se votara en dos ocasiones, además de sin supervisión judicial -como estipula la ley local- o hasta sin tarjeta de identidad.

Las mismas ONG advirtieron de que en múltiples enclaves los responsables de la formación oficialista, el Partido Nacional Democrático, habían recurrido al típico acarreo hasta las urnas de cientos de funcionarios y empleados de firmas públicas, al estilo de aquella técnica que alcanzó su máximo esplendor en el México de la era PRI.

«Por favor, avise a los empleados bajo su supervisión que se deben dirigir al cuartel general del referéndum para votar sí por la reforma constitucional el lunes. Que no firmen el acta de entrada y salida. Hay que conseguir la mayor tasa de asistencia posible para nuestra aldea», rezaba un comunicado de la oficina del gobernador de la provincia de Damietta -en la costa mediterránea- que consiguió la cadena Al Yazira.

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