La violencia es el último recurso del incompetente (Isaac Asimov)
OPINION
Impresiones
Nadie hizo caso de la denuncia de Lavandera
El juicio del 11-M volvió ayer a los resbaladizos terrenos de la trama asturiana que presuntamente proporcionó los explosivos para la masacre. Lo más importante fue el retorno de ETA a la sala de la mano de las palabras de dos testigos. El primero contó cómo el delincuente Nayo -hoy en Santo Domingo pese a tener dos causas pendientes- le dijo que Toro había pactado con ETA una entrega de explosivos y que ésta se frustró porque la banda intentó robárselos. En cuanto al segundo -Francisco Javier Lavandera-, no habrá sorprendido a nuestros lectores, puesto que no hizo sino corroborar punto por punto y bajo juramento todo lo que ya dijo en estas páginas. Recordó cómo Toro le había ofrecido llevar explosivos a ETA y cómo incluso llegó a mostrarle como prueba decenas de cartuchos en el maletero de un coche. Recordó también cómo Toro le había preguntado si conocía a alguien que supiera montar bombas con móviles en 2001. No por conocido provoca menos estupor el hecho de que Lavandera contara estos hechos a la Policía primero y a la Guardia Civil después sin que ni uno ni otro cuerpo movieran un dedo para detener estas actividades. ¿Cuál era el motivo de la impunidad de Toro? ¿Estaban las fuerzas de seguridad al corriente de la venta de explosivos a ETA? Y si lo estaban -como insinúan los testigos de ayer-, ¿cómo es posible que no detectaran a tiempo el trato con los islamistas?