Francia ha encontrado una deportista que recoja el testigo de Zinedine Zidane como referente social, icono que desborda la competición para colocarse en el centro de la bandera tricolor. Se llama Laure Manaudou, nada con la elegancia que controlaba el balón el astro marsellés y gana con la fiereza que gastaba el 10 del Real Madrid. Tiene 20 años, el pasado domingo se proclamó campeona del mundo en los 400 metros libre y exhibe con orgullo su vida de color de rosa.
En la piscina del Rod Laver Arena de Melbourne, tocó el bordillo, se supo ganadora y puso su mejor sonrisa ante las cámaras. Es coqueta, vende imagen de chica sana y ejemplo para la sociedad francesa. Se repite su rostro en las vallas de París y su vida privada se sigue con atención. A ella no le importa reconocer en público su amor con el nadador italiano Luca Marin. «Nos hemos llegado a enviar más de 500 mensajes de móvil en un solo día», ha reconocido a la revista Paris Match. El domingo, repitió un gesto que dio la vuelta al mundo el pasado mes de diciembre, en los Europeos de Helsinki. Entonces ganó y enseñó la palma de la mano con la palabra amore en honor a su pareja. Ahora le ha dedicado la victoria en inglés. Un love en mayúsculas, semiborrado por el agua, apareció en las pantallas del pabellón junto a la cara empapada de la nadadora.
No es la única señal que lleva en la piel referida a su novio. En el tobillo derecho luce el nombre del chico en caracteres chinos, un dibujo menos insinuante que el que se hizo por su anterior pareja: una rana que se desliza hacia su pelvis desde mucho más abajo del ombligo con piercing incluido. Bajo la lengua también tiene un pendiente. Y en el hombro se posa una mariposa de vivos colores.
La actual pasión de Manaudou provocó en el último Europeo un conflicto con la propia Federación Francesa, al participar en una final con el gorro de la selección italiana que habitualmente porta su novio. Aquello enervó a los responsables de su equipo. La afrenta nacional que había cometido la heroína fue castigada horas después, dejándola fuera de una de las finales por relevos. Pero a ella le importó poco, ya que se sabe con el poder de las estrellas del deporte. «Él es lo mejor que me ha sucedido en la vida. No me importa coger un avión para pasar con él aunque sean simplemente unas pocas horas», confiesa.
Con sólo 17 años, se proclamó campeona olímpica en Atenas en 2004, un oro que la natación francesa no conseguía desde 1952, con Jean Boiteux. Su impacto fue brutal. Gran belleza, esforzada nadadora, partícipe de campañas solidarias... Ya luce la Legión de Honor, máxima condecoración en su país, y han inaugurado una piscina con su nombre. Una golosina que las marcas empezaron a asediar para aprovechar el encanto de su sonrisa. La multinacional Orange es su principal patrocinador, seguida de la agencia de viajes Lastminute, Arena o Lancel, para los que ella misma diseña bañadores y caros bolsos.
«Laure Manaudou representa el mejor dinamismo francés, una mezcla entre sofisticación, glamour y travesura descarada», según la ha definido Marc Lelandais, presidente de la firma Lancel. También la ha metido en nómina el consorcio Artemis, que aglutina marcas como Gucci o Yves Saint-Laurent. La prensa francesa ha informado de que el prestigioso grupo pretende convertirse en su primer mecenas, sin contraprestación alguna en forma de campaña de imagen. Donarán a la causa Manaudou cinco millones de euros para que siga con su preparación. Los gestores de su vida comercial filtran a los posibles inversores seleccionando sólo firmas exclusivas que afilen la proyección de la deportista. Por ejemplo, la operadora energética EDF, que vende desarrollo sostenible, muy acorde con las inquietudes ecologistas de la campeona.
Su tutor personal es Philippe Lucas, con el que entrena desde hace seis años. Manaudou vive en su casa, es madrina de sus hijas y considera al técnico «su segundo padre». Él guía su plan de perfeccionamiento y reparte los 16 kilómetros diarios de piscina entre varias sesiones. Nunca le dice cómo va a ser el entrenamiento del día siguiente. «Prefiero descubrirlo poco a poco. Me limito a obedecerle, me va muy bien», ha contado la francesa de 20 años, críada en Amberiu-en-Bugey por padres deportistas. Él, entrenador de balonmano y ella de bádminton.
Ha seguido la moda impuesta por Michael Phelps para conseguir un atención mediática de primer nivel. Se ha propuesto nadar en los Mundiales de Melbourne nueve pruebas para, al menos, igualar las siete medallas que consiguió en los Europeos de Budapest del pasado año. Aquel éxito lo celebró viajando por primera vez a la tierra de su enamorado. Allí visitó Capri, donde el futbolista Fabio Cannavaro hizo de guía de la pareja. «Me siento medio italiana», dice sin pudor la reina francesa.
LO DICHO Y HECHO
«Mi novio y yo nos hemos llegado a enviar más de 500 mensajes de móvil en un solo día»
1986: Nace en Villeurbanne, Francia. 1991: Aprende a nadar. 1998: Comienza a entrenar con su actual técnico, Philippe Lucas, y se traslada a vivir con él y su familia. 2002: Campeona júnior europea. 2004: Gana el Campeonato de Europa de 400 libre y el oro en Atenas. 2005: En la misma especialidad se proclama campeona del Mundo en Montreal. 2007: Oro en los actuales Mundiales de Melbourne, donde aspira a seis medallas más.
