RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
Luis de Pablo (Bilbao, 1930) regresa esta noche a la orilla vanguardista del Sena como protagonista de un homenaje a Falla. No por razones de continuidad estética, sino porque el Festival de Granada y la Orquesta de París, a las órdenes de Josep Pons, le han encargado una obra para conmemorar el primer viaje del maestro a la capital francesa (1907).
El centenario de la efeméride coincide, casual y curiosamente, con los 50 años de la primera escala parisina de Luis de Pablo. Eran los tiempos de las disputas iconoclastas y herméticas entre Boulez y Leibowitz, aunque el joven compositor vasco aprovechó el viaje para encontrarse con el magisterio de Max Deutsch, pedagogo ejemplar y discípulo de Schönberg. Son las coordenadas que ubican la precocidad de Luis de Pablo en la escena parisina de las grandes vanguardias. Ahora, en cambio, vuelve consagrado como patricio y se trae una obra de 15 minutos, Natura, relacionada con el folclore pero sin las menores connotaciones folcloristas.
«He querido recordarme que soy español», explicaba ayer De Pablo a EL MUNDO en un hotel de París. «Y lo he hecho inspirándome en una tonada segoviana que lleva como título La navaja de Guillermo. Creo que el texto aloja esa violencia fratricida y ese cainismo que tenemos los españoles como herencia de la Reconquista y de la Inquisición».
Es un argumento de actualidad en el mapa de la crispación española, aunque Luis de Pablo no ha escrito Natura con fines políticos. Tampoco ha pretendido emular el vínculo de Manuel de Falla con la música popular, aunque el compositor vasco sí lamenta la extinción del folclore.
«El folclore ha desaparecido como fuerza viva», explica Luis de Pablo. «Antes acompañaba las faenas de la vida. Ahora es un fenómeno que ha desaparecido del mapa español por la conjunción de, al menos, tres factores: el exilio de los españoles en tiempos de Franco, el turismo y la llegada de la música de consumo».
Natura y otras obras del repertorio del compositor tal vez puedan contribuir a rescatar a las personas del delirio cotidiano, del tráfico, de la competitividad, del consumismo y de la sinrazón.
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