C. E. C
PALMA.-
La mañana siguiente a la forzada victoria sobre Dinamarca, Luis Aragonés se reunió con sus jugadores para hablar, sobre todo, de lo relativamente mal que habían salido las cosas. El domingo estaba nublado, pero de aquella charla no salieron truenos, según han ido afirmando después los implicados. Ningún internacional le reprochó algo a su jefe sobre sus decisiones durante los 90 minutos.
Ha dado lo mismo. El apagón anímico que se produjo en el entorno por el pésimo rendimiento de la selección en el Santiago Bernabéu cayó en un terreno parcialmente abonado anti-Luis, una labor que comenzó a producirse desde que finalizó el Mundial y que se intensificó a raíz de la derrota en casa de Irlanda camino de la clasificación para la Eurocopa y agravado con su dimisión fantasma. La cuestión es que Luis ya no hace gracia a muchos (especialmente a éstos) de los que forzaron su aterrizaje en el banquillo de la selección tras la destitución de Iñaki Sáez, y que la curva descendente del equipo en su juego y en los resultados no sólo se ha vuelto contra el entrenador, sino contra la persona. Como pasa siempre en estos casos, los jugadores y los matices de sus palabras pueden ser utilizados de formas diferentes para encontrar metas absolutamente contrarias.
La charla del pasado domingo ha sido, pues, utilizada como elemento de discordia entre Luis y su vestuario, un asunto que de seguir creciendo en esa dirección podría terminar en un estallido a poco que la selección no levante defintiva y convincentemente el vuelo. Pero las palabras son las palabras.
El vestuario del equipo nacional, los veteranos y los jóvenes, ha querido dejar claro que lo que pasó aquella mañana en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas fue un debate «maduro» y «profesional» sobre el costoso triunfo ante Dinamarca. David Albelda, uno de los cuatro capitanes que tomó la palabra el domingo, se muestra sorprendido por algunas cosas de las que ha leído y escuchado: «No hubo ningún reproche, lo que hicimos fue tomar la palabra unos y otros para hablar sobre lo que nos había pasado. Pese a que habíamos ganado el partido, sabíamos que habíamos tenido errores, pero en ningún caso le protestamos nada al míster».
Iker Casillas, primero de los capitanes, tampoco entiende por qué se ha generado tanto revuelo: «Si el hecho de que reflexionáramos sobre el encuentro significa que los jugadores nos enfrentamos al entrenador es que no se conoce la verdad. Ninguno de nosotros le dijo nada al entrenador en el sentido de que se había podido equivocar o algo parecido. Él nos comentó sus impresiones y nos dejó clara su preocupación por el mal juego en la segunda parte».
Para Sergio Ramos, el supuesto conflicto no tiene más lecturas que ésta: «Nosotros le animamos a él y él nos anima a nosotros. Somos una gran familia y así tiene que seguir siendo. No hay ningún problema entre el seleccionador y los jugadores».
Según los jugadores, la realidad es que Luis sigue teniendo «controlado el vestuario», y que tras la salida de los pesos pesados de la anterior etapa, léase Míchel Salgado, Cañizares, Helguera y Raúl, «no se ha producido ninguna grieta».
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