«Don Emilio, ¿ha venido usted a mediar en la guerra entre Rajoy y Polanco?». «No, no, no, nada de guerras», contestaba ayer a este diario el presidente del Banco Santander a su salida del Hotel Ritz, que sólo fue un poco menos estelar que su propia entrada, una hora antes y en medio de los focos; «yo sólo he venido, encantado, a escuchar a don Mariano», puntualizó el banquero más importante del país.
Rajoy cumplía esa mañana 52 años y el todo Madrid parecía haberse puesto de acuerdo en regalarle el guiño de su presencia y ese peculiar título de don. ¿Hubo antes de 2004 en los predios enmoquetados de la capital un don José Luis...?
No era ésta, desde luego, la primera vez que empresarios de cierta importancia se sentaban en el centro de una sala donde, de cuando en cuando, el Fórum Europa oficia la ceremonia de las ruedas de prensa con mantel de hilo y cubierto de plata.
Pero sí era la primera en que éstos acudían, si no en masa, sí en procesión, a la comparecencia de un político que acababa de arrastrar a la calle, bandera española en ristre, a centenares de miles de personas en contra del Gobierno, y que había osado -contra la reticencia no declarada de parte de su propia gente- a declarar un boicot al dueño del principal grupo privado de comunicación.
Y ahí estaban: los constructores, desde Florentino Pérez hasta Fernando Martín y Luis del Rivero; los eléctricos, desde Luis Atienza hasta Pedro López Jiménez; los industriales, desde Carlos Pérez de Bricio hasta Juan López-Belmonte; los del sector servicios, desde Luis Salazar Simpson hasta Rafael Arias-Salgado, Andrés Rodríguez-Vila o Francisco Javier de la Riva; los patronos, Claudio Boada, Juan Jiménez Aguilar, Gerardo Díaz Ferrán o Juan Ramón Quintás; y los banqueros (o ex), desde Emilio Ybarra hasta Emilio Botín. Sobre todo Botín, quien hizo el alarde de recibir a Rajoy cual anfitrión de la City, y al que los barones del líder popular miraban de reojo y con cierto embeleso.
«La última vez que se dejó ver en un acto como éste fue en FAES, poco antes de la victoria de Aznar», decían algunos, no sin que la flamante Isabel Tocino, recién nombrada consejera del Santander, les corrigiera: «No, Botín ya ha venido a otros almuerzos de éstos, en el Casino». «Es verdad que hoy ha venido gente importante, pero ya llevan un tiempo haciéndolo», decía una eurodiputada. «Sin ir más lejos, hace poco vino el propio Brufau», añadía en referencia al presidente de Respol YPF.
Tan rutilante fue, en todo caso, la presencia de Botín, que pocos repararon en Javier Díez de Polanco, el consejero delegado de Sogecable, quien compartió mesa con otros colegas de las televisiones públicas y privadas, como Luis Fernández y Maurizio Carlotti.
El sobrino del presidente de Prisa escuchó de boca de Rajoy su reafirmación en el veto del PP a sus empresas. «Todavía estoy esperando una explicación», dijo sobre las declaraciones de Polanco en la Junta de Accionistas de Prisa. Tras defender su «independencia» y su «libertad» como presidente del partido, Rajoy se preguntó sobre la polémica inasistencia de sus portavoces a las tertulias: «Si somos tan deleznables, ¿para qué se nos invita?».
Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, Angel Acebes, Eduardo Zaplana y Josep Piqué... los barones del PP recibían con desigual aprobación las palabras de su líder. Unos aplaudían, entre susurros, la manera de zanjar la cuestión, y otros echaban de menos mayor contundencia.
No faltaba nadie de la dirección popular y abundaban además los diputados, cuyas miradas se complacían, mucho más que en el empresariado, en políticos aparentemente residuales, como el senador aragonesista José María Mur (PAR), que puede dar al PP la llave del Gobierno en una ciudad clave como Zaragoza tras las elecciones de mayo.
No resultó inadvertido este otro guiño, desde luego, para el propio Rajoy, quien desde el micrófono se ocupó de declarar, tanto en clave de elecciones municipales como de generales, que el PP cada vez cuenta con «más apoyos» y «más partidos políticos con los que sea fácil llegar a un acuerdo».
Así lo corroboró minutos más tarde su portavoz en el Congreso, Eduardo Zaplana, quien se mostró convencido, en rueda de prensa, de que si el PP gana las elecciones generales podrá gobernar España con apoyo de las fuerzas minoritarias, e incluso agregó que así se lo aseguran éstas «en privado».
«Algo huele a cambio», comentaban los populares más optimistas a la salida del Ritz.