FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
La portavoz del Gobierno vasco ha dicho que piensa denunciar a los miembros del Foro Ermua por el delito de «contramanifestación» y por provocar, agredir e injuriar a los ciudadanos pacifiquísimos que habían ido a la puerta de los juzgados de Bilbao a respaldar a su jefe Ibarretxe y a su connacional Otegi, autores del presunto delito que se juzgaba: reunirse con una organización declarada ilegal por sentencia del Supremo, que disolvió a Batasuna por formar parte del tinglado terrorista etarra. Ibarretxe ya ha dicho que seguirá reuniéndose con quien le dé la gana, o sea, con los etarras disueltos, pero ese desafío a la Justicia se queda en nada comparado con la amenaza de la portavoz del Gobierno contra el Foro Ermua por agredir a los amables escuadrones sabinianos del PNV. Todos hemos visto cómo Antonio Aguirre atacaba aviesamente con sus testículos la bota de un consejero del alcalde peneuvista de Bilbao, al que pudo provocar serios desperfectos en su herramienta de trabajo. Digo, si va andando a diario a asesorar a Azkuna. Y aunque el testiculazo no haya roto la bota, el daño psicológico es gravísimo. Sólo falta encontrar un juez con la sensibilidad suficiente para apreciarlo.
Lamento poner este ejemplo particular, pero no conozco otro que demuestre mejor que lo de Bilbao no es una anécdota sino una categoría que se impone. La Audiencia de Barcelona, revocando la decisión del Juzgado de Primera Instancia, ha condenado a la COPE y a mí a pagar diez millones de pesetas por lesionar el honor de Carod Rovira y Puigcercós. ¿Cómo? Criticando el pacto de Carod y ETA en Perpiñán, que dividió a los españoles entre asesinables (nacidos en Huesca) y perdonables (en Lérida). El encuentro obedecía a la doctrina expuesta por Carod en la prensa: Cataluña no es España, así que la ETA no debe matar allí. Tan evidente y sórdido fue aquello, que el PSC echó del Gobierno a Carod y pidió disculpas por el pacto del presidente de la Generalitat en funciones con el cabecilla etarra, buscado por la Interpol. Pues bien, la Audiencia de Barcelona entiende que criticar la fechoría de Carod y compararlo con la otra parte contratante lesiona el honor del separatista catalán. ¿Pero es cierto lo que yo decía? Certísimo, pero lesiona el delicado honor de Carod. Y el de Puigcercós, del que recordé su condición de cabecilla y portavoz del Moviment de Defensa de la Terra, la Batasuna del terrorismo catalán, que se integró en ERC sin pedir nunca perdón a sus víctimas, entre las que me cuento. ¿Es cierto lo que dije? Sí. ¿Y no tenemos derecho a denunciarlo? No. Su honor es sagrado. De Juana ya puede hacerse de oro querellándose contra los que le han llamado asesino. Aunque lo sea, se ha vulnerado, oh, su honor. Las víctimas no tenemos honor ni derecho a quejarnos. Los terroristas tienen derecho a todo.
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