Un asesino anda suelto en las zonas semiáridas de nuestro país. Cada día se cobra decenas de víctimas. Aunque sólo tiene dos centímetros, tiene un pico que funciona como un martillo percutor capaz de taladrar a una velocidad de vértigo. Hablamos del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), un escarabajo de intenso color rojo procedente de Egipto, que cuando coloniza una palmera acaba con su vida en tan sólo un año.
Tan grave es la situación para las palmeras de la Península y los dos Archipiélagos -al igual que para todos los países ribereños del Mediterráneo-, que el pasado viernes, la Unión Europea encendió la luz roja y aprobó severas medidas de control de la plaga. A partir de ese día, ninguna palmera que no haya sido cultivada bajo control contra el escarabajo y haya estado confinada al menos un año bajo tratamiento podrá entrar en la UE.
Se añade que el ejemplar deberá llegar provisto de un pasaporte fitosanitario que certifique estar libre del picudo rojo. Y además, deberá permanecer en cuarentena otro año adicional antes de ser trasplantada a las decenas de miles de jardines que codician tan emblemáticos y majestuosos árboles del desierto.
Lo ocurrido no es más que otro caso de los daños que ocasiona una especie invasora cuando no se ponen los suficientes medios de control. España, el país más afectado por la plaga del escarabajo norteafricano, ha sido la impulsora de los primeros tratamientos y alertas contra el picudo rojo. A la insistencia de nuestro país se debe la adopción de las medidas comunitarias.
Pero no siempre se actuó con diligencia, aunque los técnicos afirman que la plaga estuvo contenida al principio. El dichoso escarabajo fue detectado por primera vez en 1994 en la costa granadina. Aunque los entomólogos y organizaciones como Ecologistas en Acción avisaron del peligro de su presencia, se dejaron pasar unos valiosos años antes de pasar seriamente a la acción. Fue cuando intervinieron los servicios de Salud Vegetal del Gobierno y las Comunidades Autónomas.
La presencia del picudo rojo en el Palmeral de Elche, una plantación de origen cartaginés, cuidada por íberos, romanos, árabes e ilicitanos, con más de 250.000 pies de palmera, declarado por la UNESCO Patrimonio Natural de la Humanidad en 2000, fue el detonante para actuar.
Triturar el árbol
Los encargados de la salud de nuestras palmeras, productoras de dátiles, palmas y de miel en La Gomera, iniciaron las primeras investigaciones y los primeros tratamientos. Se llegó a la conclusión de que una vez que el picudo rojo era detectado como consecuencia de la languidez de las palmas, ya era tarde. Había que talar el árbol y trasladarlo bajo techo para, tras triturarlo, enterrar sus restos y evitar la expansión del asesino.
En el año 2003, más de 9.000 palmeras se habían tenido que destruir. Pero para entones, muchas más estaban afectadas. Según Sanidad Vegetal del Ministerio de Agricultura y Pesca (MAPA), desde 2004 hasta finales de 2006 se han tenido que triturar otras 8.000 palmeras. Y la cifra se incrementará «como consecuencia de la generalización de importaciones de palmeras de gran tamaño procedentes de países terceros», según José María Cobos Suárez, subdirector de Sanidad Vegetal e impulsor de las medidas de la UE.
En el Palmeral de Elche hay ejemplares de hasta 300 años de edad. Lo normal es que una palmera viva entre 150 y 200 años, como es el caso de Elche, el bosque de palmeras más extenso de Europa. Sin embargo, al picudo rojo le hace falta sólo un año para concluir tan larga existencia.
Una vez que el escarabajo adulto pone sus huevos, en tres o cuatro meses surge la siguiente generación con miles de ellos. Comienzan a trepanar el tronco para alimentarse donde hacen conductos verticales. Tanta actividad despliegan que se puede detectar la plaga por el ruido que producen, similar al de una rata roedora. El daño también se detecta por el olor ácido que desprende la palmera en su proceso de putrefacción previo a la muerte. Llegados a esa situación, ni el fuego es útil, porque el escarabajo vuela y comienza su ciclo reproductivo en otro tronco.
Aunque las cifras de palmeras destruidas pueden parecer bajas, las cifras ya invertidas en exterminar la plaga son altas y crecen: casi ocho millones de euros por parte del Ministerio de Agricultura y otros tantos de las Comunidades Autónomas. Y para este año ya hay presupuestados otros nueve millones de euros.
Las palmeras adultas alcanzan un elevado precio en el mercado de la jardinería ornamental, donde se pagan hasta 30.000 euros por ejemplar. Se añade que muchas de las 30.000 palmeras que pueden estar infectadas,llevan años en el jardín de sus propietarios en los que ha surgido un lazo sentimental de valor incalculable.
Los vínculos nacidos bajo la fresca sombra de las palmeras ha llevado a muchos extranjeros residentes en el litoral español a expresar sus inquietudes, en un artículo aparecido el pasado lunes en The Wall Street Journal. Hasta allí ha llegado la preocupación por este invasor trasladado involuntariamente en el incesante comercio global.