Corría la primavera de 1988 y el barón Thyssen sorprendía a la concurrencia en el Palacio de Villahermosa de Madrid con un emocionado grito: «¡Viva el Rey y su familia! ¡Viva Europa, España y sus provincias! ¡Viva el descubrimiento del espacio! ¡Viva el arte y el espíritu humano! ¡Viva el credo!».
La impresionante colección del barón, 755 carísimas pinturas de prácticamente todas las épocas, movimientos y países, se quedaba en España por espacio de 10 años. Y en la jugada habían sido fundamentales, cómo no, los oficios de su esposa, hasta entonces Tita Cervera, a partir de aquel momento, cada vez más, la baronesa Carmen Thyssen.
A continuación, su trayectoria a la hora de atraer algunas de las obras más importantes del arte de todos los tiempos hacia España:
Los inicios.
El abuelo de Heinrich Thyssen ya llegó a acumular hasta siete esculturas de Rodin, pero la colección comienza cuando su hijo, a la postre suegro de Tita Cervera, compra a JP Morgan sus cuadros tras el crash de 1929. Más tarde, el expolio a los judíos durante el nazismo provoca un excedente de oferta en el mercado del arte que Thyssen sabe aprovechar.
El matrimonio.
Cervera se convierte en la quinta esposa de Heinrich Thyssen en 1985, apenas dos años después de que fuera constituida la Fundación Thyssen con un objetivo: evitar la disgregación de la fabulosa colección a la muerte del barón. El destino de los fondos, en principio Suiza, comienza a virar gracias a la influencia de la nueva baronesa.
Primer desembarco.
En 1988, con Jorge Semprún en Cultura y Luis Gómez-Acebo como muñidor en Zarzuela, el barón accede a ceder la colección, en préstamo por 10 años, a España. Suiza había pujado fuerte, pero Heini ya había dejado las cosas claras a finales de 1987 con una declaración a la prensa: «Me encanta España, y aunque no hay que mezclar los sentimientos y los negocios, es bien conocida la mucha influencia que mi esposa tiene sobre mí».
El gran acuerdo.
En agosto de 1993 y por un precio considerado de saldo en el astronómico mercado del arte, el Gobierno español decide comprar los 755 cuadros por 388 millones de dólares, de nuevo con Carmen Thyssen considerada clave en la costosa transferencia, una de las más estratosféricas, en lo cultural, de la Historia de España.
La colección propia.
Mientras el barón comienza a apagarse a inicios de los 90 merced a varias operaciones de corazón, su esposa empieza a ensanchar sus propios fondos pujando por subastas a lo largo y ancho del globo. Sonada fue por ejemplo la impactante donación de 156 millones de dólares a Gran Bretaña para que retuviera Las tres gracias de Antonio Canova.
Primera muestra.
La baronesa expone en 1996 un total de 97 obras de las «casi 400» que, declara, ya forman su propia colección. Canaletto, Kandinsky, Rodin... «Estoy intentando entender el arte de nuestro tiempo», declara Carmen Cervera. El virus del coleccionismo le ha sido ya inoculado.
El gran préstamo.
En 1999, los Thyssen ceden en préstamo por 11 años a contar a partir de 2002 la colección Carmen Thyssen-Bornemisza, que tiene ya un volumen considerable. El peso de los impresionistas en los fondos multiplica su valor. El préstamo es gratuito.
Las pinturas catalanas.
El barón fallece en mayo de 2002 de insuficiencia respiratoria, y su viuda anuncia que dedicará su vida al arte en su recuerdo. Dos años después, unas 360 obras de autores catalanes son prestadas hasta 2010 al Museo Nacional de Arte de Catalunya. Tras complejas negociaciones, Carmen Thyssen arranca a la Generalitat el compromiso de que varias decenas de las obras pasarán a formar parte del Centro de Arte Colección Catalana Carmen Thyssen en Sant Feliú de Guixols, donde veraneaba el barón. La pinacoteca, de apertura prevista en 2006, aún no ha sido inaugurada.
El objetivo de Calvo.
Tras inaugurar la ampliación del Prado, el primer objetivo de Carmen Calvo será la compra de la parte impresionista de la colección de Carmen Cervera.