Jueves, 29 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6311.
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 DEPORTES
NATACION / Mundial de Melbourne
La agresión del padre-entrenador
EL UCRANIANO MIJAIL ZUBKOV, PROGENITOR Y TÉCNICO DE KATERYNA ZUBKOVA, AGREDE A SU HIJA DESPUÉS DE QUE ÉSTA QUEDARA FUERA DE LAS SEMIFINALES DE LOS 50 METROS ESPALDA
JAVIER EXPOSITO

Si el sueño de la razón produce monstruos, en ocasiones, la alta competición supera los límites de la cordura. El lamentable espectáculo presenciado ayer en el Rod Laver Arena de Melbourne es la viva imagen de la presión a la que son sometidos los deportistas de élite por parte de personajes sin escrúpulos.

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Mijail Zubkov, técnico y, para más inri, padre de la nadadora Kateryna Zubkova, no perdonó a su pupila y descendiente el no haberse clasificado para las semifinales de los 50 metros espalda. Pese a quedar primera de su serie, con un registro de 23.39, Zubkova pagó su imperdonable error con la agresión de un padre que por momentos no demostró ser tal.

Después de terminar la prueba, la nadadora, frustrada, se dirigió a una zona apartada del Rod Laver Arena. Sentada en una silla, desolada, la ucraniana no podía imaginarse que el peor trance estaba por llegar, ya lejos del agua. Zubkov comenzó a recriminar a su hija haberse quedado fuera de la lucha por las medallas. Toda una ofensa para un padre que casi 20 años antes, cuando apenas superaba la mayoría de edad, se colgó cuatro metales en los Juegos Olímpicos de Seúl'88. El orgullo de la familia deshonrado por la joven engendrada tras el éxito del ucraniano.

Sin atender a explicaciones, Zubkov arrancó con violencia la toalla de las manos de su hija, zarandeándola violentamente. No contento con esto, cuando la joven intentó huir despavorida, la agarró del brazo para llevarla de nuevo a su terreno. Todo bajo la atención de las cámaras del Canal 9 australiano.

Instantes después, ante los sollozos y las balbuceantes explicaciones de Kateryna, la bestia se acercó para reconciliarse con su hija. Intentó aproximarse en tono conciliador, extendiendo su brazo sobre los hombros de la joven, pero ésta se opuso. Cuando el padre, arrepentido de su comportamiento, quiso abrazar a su hija, ésta se negó, y su insistencia acabó con ambos en el suelo húmedo de la sala. Las lágrimas de dolor e incomprensión se deslizaban por el bañador aún mojado e impregnado de cloro de Kateryna.

La reacción no se hizo esperar, y la policía del estado australiano de Victoria consiguió una orden judicial para impedir al padre acercarse a menos de 200 metros. La declaración de la joven contó con las nítidas imágenes televisivas como mejor testigo. Ahora será el padre quien deba comparecer ante la Justicia, que decidirá si la prohibición se mantiene más allá de este fin de semana, cuando abadonen tierras oceánicas.

Y si las autoridades de Melbourne no dudaron en actuar con celeridad, a la Federación Internacional de Natación (FINA) tampoco le tembló el pulso. La Comisión Disciplinaria del organismo decidió suspender a Zubkov de toda actividad, retirándole ipso facto la acreditación de los Mundiales.

Alguien que sabe de las exigencias de la competición y del esfuerzo que supone lograr una medalla, el doble campeón olímpico australiano Kieren Perkins, no daba crédito desde una emisora local. «Como padre me siento impactado. Es increible», afirmó.

«Como nadador, no es la primera vez que veo algo así y probablemente no sea la última. La última ocasión que presencié algo así fue en mi etapa júnior, en el campeonato nacional, cuando una madre tomó una silla y se la arrojó a su hijo. Es algo totalmente espantoso, que ocurre con frecuencia, y debería ser tratado». Y es que este fenómeno no deja de ser toda una enfermedad que trasciende las barreras del deporte.

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