El Parlament recuperó ayer la vidilla de los tiempos de Maragall y de la reforma del Estatuto. La celebración de la primera jornada del Pleno extraordinario sobre el despliegue del texto estatutario se saldó con un lleno de asistencia y despertó un interés poco habitual en esta hasta ahora tranquila legislatura.
Pero el foco de atracción no estuvo en los discursos de los parlamentarios en torno al agotador y agotado asunto del Estatuto. Esquerra y José Montilla eran el centro de todas las miradas después de que los republicanos anunciasen el martes su intención de llevar al Parlament una resolución proponiendo que «el pueblo de Cataluña debe ejercer su derecho democrático a decidir la constitución de un Estado propio en el seno de la Unión Europea».
Esta resolución es, en realidad, una oferta a CiU en el caso de que se produzca la «eventualidad negativa» de que el Tribunal Constitucional recorte el Estatuto. Los republicanos son partidarios de convocar un referéndum independentista si se da esa circunstancia. Para ello piden el apoyo de CiU y, a cambio, ofrecen a su líder, Artur Mas, la posibilidad de hacerle presidente de la Generalitat rompiendo su pacto con el PSC e ICV-EUiA y sellando uno nuevo con los convergentes.
La propuesta de Esquerra deja, por tanto, al presidente Montilla en una situación muy delicada, pues, aunque casi nadie cree posible que ERC y CiU lleguen a firmar su acuerdo, la diferencia de criterio entre los dos principales socios del tripartito se ha puesto de manifiesto de forma pública y con gran intensidad.
Montilla hizo ayer un discurso corto en el que pasó de puntillas sobre la actitud de Esquerra, aunque le pidió «rigor, firmeza y lealtad» a la hora de desplegar el Estatuto. Sin embargo, el presidente de la Generalitat trató de parar el golpe durante todo el día.
Intentó buscar una salida al problema en que le ha metido el partido de Josep Lluís Carod-Rovira. Un salida que podría materializarse en un acuerdo entre el tripartito y CiU sobre el Estatuto que «recuperase el espíritu del texto del 30 de septiembre», que es el que aprobó en origen el Parlament, aunque luego fue recortado en el Congreso.
Sin embargo, a última hora de la tarde de ayer no había ningún acuerdo cerrado. Las discrepancias en el seno de ERC también se hicieron evidentes. Carod prometió en su intervención ante la Cámara su fidelidad total a Montilla. Pero el portavoz parlamentario de los independentistas, Joan Ridao, aprovechó su discurso para reiterar que si el TC recorta el Estatuto «la vía autonomista quedará agotada» y, por tanto, «habrá que poner el reloj a cero y dar la palabra al pueblo de Cataluña».
La incógnita sobre quién ganaría el pulso se mantuvo durante todo el día. Unos decían que Montilla se saldría con la suya e impediría que ERC llegase a presentar la resolución. Otros decían que no había marcha atrás. Ganaron los segundos, porque al acabar el Pleno los republicanos presentaron su propuesta en el registro del Parlament.
Aun así no hay nada definitivo. Al salir del Pleno, el propio Ridao reconoció que los parlamentarios de su partido iban a reunirse entre ellos y, después, con los socialistas y los convergentes, por lo que aún caben posibilidades de que hoy se presente una resolución conjunta del tripartito y CiU y de que Esquerra retire la suya.
Y mientras, ¿qué dicen los hombres de Artur Mas? Oficialmente, CiU da la callada por respuesta y afirma que hasta la mañana de hoy, cuando se celebra la segunda jornada de este Pleno extraordinario, no desvelará si acepta o no el envite de los independentistas.
No obstante, fuentes cercanas a la federación explican que también en su seno hay división. Un sector opina que sería acertado decir que sí y llevar a Mas a la Presidencia de la Generalitat. Otro sector, más comedido, se muestra partidario de rechazar el envite de ERC -que nunca se han tomado demasiado en serio- y de no convocar un referéndum ilegal.