M. C.
Una mina anticarro, del tipo TC-6, de gran potencia, de las «más peligrosas» que se conocen, fue la que causó la muerte de la soldado Idoia Rodríguez el pasado 21 de febrero. El vehículo ambulancia en el que viajaba, dentro de un convoy de blindados, pisó de lleno el artefacto, que estalló acabando con su vida e hiriendo gravemente a dos de sus compañeros.
Idoia es la víctima número 81 de la misión afgana, de acuerdo con los cálculos del Ministerio de Defensa. Antes que ella perdieron la vida los 62 ocupantes del Yakovlev, los 17 del helicóptero Cougar y el soldado Jorge Arnaldo Hernández Seminario. Pese a la petición de «generosidad con el honor» que hizo ayer el PP para que se condecore a la muchacha a título póstumo con la medalla al mérito militar distintivo rojo, el Ministerio y la cúpula de mando sólo aceptan otorgarle el distintivo amarillo destinado a las acciones que no son propiamente de combate.
Pero con el atentado que fulminó a Idoia no acabaron los incidentes. Alonso reveló ayer un nuevo ataque, hasta ahora desconocido, que se produjo hace apenas 12 días. Fue el pasado 15 de marzo, cuando se produjo una explosión a 200 metros de un convoy militar español. Se trataba de una motocicleta en la que viajaban dos civiles afganos que iban manipulando un artefacto. Éste les estalló encima y uno de ellos murió. Según el ministro, la bomba iba a atentar contra las tropas españolas o contra otros contingentes de manera inmediata. El incidente se produjo en el ring-road, la carretera que circunvala todo el país, a la altura de Herat.
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