Jueves, 29 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6311.
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Zapatero se paga un café a 70 céntimos en el Congreso
Ironiza sobre la polémica, dice que abre una revolución en TVE y asegura que prefiere «ciudadanos a tertulianos»
MANUEL SANCHEZ

MADRID.- Al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, le va la marcha. No le bastó estar más de dos horas frente a un centenar de ciudadanos en TVE la noche del martes, sino que ayer repitió formato con casi medio centenar de periodistas y durante más de una hora en la cafetería del Congreso, nada más acabar la sesión de control.

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El tema central: el café, aunque no en los mismos términos de la preguerra civil española, cuando aquellas cuatro letras servían de acrónimo para otros fines.

Zapatero habló del café y de su precio en otro sentido. Irónico, relajado, burlón. Estaba satisfecho con lo que hizo la noche del martes, incluso dolido por haber machacado la noche estrella de la Cuatro -«a mí House me encanta», dijo-. Y, sobre todo, estaba sorprendentemente tranquilo.

Sólo quería hablar del programa del martes y, como el martes, colocó los mensajes que quería colocar: «Esto es buenísimo para la democracia. Ya no tiene marcha atrás. Fue algo que tuvo novedad y autenticidad. Es una pequeña revolución. Y se le ha ocurrido a la televisión pública, pero si lo hubiera hecho una privada también habría ido».

Zapatero saboreaba el café y decía: «La mayoría de los españoles lo pagan a 80 o 90 céntimos», restando cualquier otra trascendencia al asunto. «Incluso hasta esta polémica es buena», añadió.

Tres euros

De hecho, relató que, al término del programa, Jesús Cerdán, el ciudadano que le preguntó por el precio del café, le enseñó un ticket de casi tres euros. Zapatero le firmó el recibo y añadió: «Y cuando venga a Moncloa le voy a invitar un café que vale 65 céntimos, os lo prometo».

El presidente, que daba una impresión de estar feliz que no transmitía desde su etapa de la oposición, no paró de reírse cuando alguien comentó que Mariano Rajoy está aprendiéndose todos los precios en el Carrefour para el próximo programa, o que hay bares en Madrid que ayer colgaron letreros como: «Café Zapatero: hoy, a 80 céntimos». «Yo creí que el café valía como un litro de leche, que sé que cuesta en torno a los 80 céntimos. El último que pagué fue en el Congreso, donde vale menos». Y preguntó: «¿Cuánto vale un café en la máquina de EL MUNDO?». Pues entre 30 y 55 céntimos.

Pero si Zapatero estaba encantado por algo, era por la audiencia. El presidente, al que no lograron arrancarle del corrillo en la cafetería ni Fernando Moraleda ni Julián Lacalle, por mucho que lo intentaron, sólo se puso serio para decir que el share que alcanzó «es un desmentido rotundo de que la gente tiene desafección por la política. Los ciudadanos tienen interés por la política».

Luego, comentó detalles del encuentro. Dijo que la pregunta que más le sorprendió fue la de la República. Indicó que no le asustaron las críticas de los jóvenes -«es lógico que tengan un discurso crítico, yo hacía lo mismo a su edad, cuando era como ellos»- y no dudó en considerar las preguntas sobre terrorismo como las más duras.

Luego, bromeó con el atril que le colocaron -vino a decir que le pareció infernal-, también criticó que estaba demasiado lejos del público y, en cuanto a las críticas por no haber estado más cercano, respondió con sinceridad: «Es que soy el presidente del Gobierno».

Eso sí, indicó que tenía «ganas de explicar muchas cosas, que vosotros me escucháis en muchas ocasiones, pero que tengo la sensación de que muchos ciudadanos no sabían». Más claro: dijo que lo cuenta siempre y que nadie lo reproduce nunca, y que ayer era su oportunidad.

De hecho, abogó por «menos tertulianos y más ciudadanos», e indicó que el formato de ayer abre un nuevo periodo: «¿Os imagináis que ahora lo aplican las televisiones locales de cara a las municipales?».

Entre comentario y comentario, Zapatero se preguntó por qué no hubo ni una sola pregunta sobre el Estatuto de Cataluña, «ni sobre ningún» texto estatutario. Y confesó haber acabado algo cansado: «Hacía falta mucha concentración. Preparé el debate entre lunes y martes, pero tenía muchas cosas en la cabeza».

Finalmente, llegó la cuenta y la interminable charla. Un camarero del Congreso le acercó un platillo. La nota ponía: «Cuatro café solos. 2.80 euros». Zapatero se miró en el bolsillo izquierdo y no encontró nada. Hubo tensión. Luego buscó en el bolsillo derecho. Sacó dos billetes de 20 euros y puso uno en el plato. Dos minutos después, llegó la vuelta. Dejó un euro de propina y se guardó el resto. «¡Qué voy a hacer, con todos mirando!», dijo.

Más información en página 68

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