BORO BARBER / Los que mantuvieron contacto con ellos coinciden en subrayar que «son muy buena gente».
VALENCIA.-
Los 82 ciudadanos bolivianos que viajan indocumentados a bordo del crucero Sinfonía tampoco pudieron desembarcar ayer en Valencia, mientras el resto de tripulantes descendía con total normalidad. En esta ocasión, los bolivianos ni tan siquiera hicieron amago de bajar, al contrario de lo que sucedió en Cádiz, cuando la policía les impidió la entrada en España al carecer de la documentación necesaria.
Según informaron fuentes policiales, «podría ser la propia organización la que les solicitó que permanecieran a bordo para evitar problemas». Como publicó ayer este diario, cientos de bolivianos están utilizando los cruceros para introducirse en Europa ante la inminente entrada en vigor del visado, el viernes 1 de abril. Los billetes de avión a nuestro país llevan cuatro meses agotados.
Pasadas las 14.00 horas, las sirenas del Sinfonía anunciaron la llegada a puerto de un transatlántico marcado por la polémica. Procedentes de Brasil, viajeros de varias partes del mundo comentaban el gran dispositivo policial y la expectación generada por su llegada.
Sin embargo, casi todos conocían que aquel grupo de viajeros apartados y un tanto tristones que se relacionaba poco y frecuentaba aún menos los salones o las piscinas del buque no podía descender del barco por problemas con sus papeles.
A algunos les había sorprendido la falta de medios de estos pasajeros de origen boliviano, que se quedaron sin descender. «Son humildes; llevan ropa un poco vieja y zapatillas rotas, algo que no supone ningún problema, pero que llama la atención porque a estos viajes suele venir gente situada», narraba una suiza.
El buque Sinfonía, de la compañía MSC Cruceros, transporta a más de 500 pasajeros, de los que 360 son argentinos. El destino final del buque es Génova y no Valencia, como publicó ayer este diario, y por tanto, serán las autoridades italianas quienes decidan qué hacer con estos 82 viajeros. De momento, la compañía marítima no se plantea hacerse cargo de su retorno y afirmó que tienen el pasaporte en regla.
«A pesar de que en este tipo de viajes todo el mundo se relaciona, esta gente permanece apartada y parece no disfrutar de su estancia a bordo como lo hace el resto», aclaraba un tripulante argentino. Ni en sus puentes, decorados con cuadros de 80 artistas europeos, ni en sus cuatro restaurantes es habitual ver a este grupo de viajeros que, según dicen, viaja con niños y permanece casi siempre en sus camarotes.
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