Malas formas en el transporte público
Un lector se queja de la falta de sentido común que impera en el Metro y el Cercanías: pies sobre los asientos, multitudes pegadas a la puerta, personas paradas en medio de las escaleras mecánicas... En las demás intervenciones se matizan algunos aspectos de estas conductas incívicas y se analizan las posibles causas y soluciones de las mismas.
Hagamos uso del sentido común
Cojo el Metro y el Cercanías todos los días. Y todos los días veo cosas de las que no se puede culpar a los políticos: gente que no puede entrar en los vagones porque los que están dentro se agolpan cerca de la puerta, impidiendo que se ocupe todo el espacio (¿hay que explicar que esto es fácilmente evitable? Pasas hasta el fondo y ya está). Mamás con el carrito del niño que casi no pueden bajar del vagón porque la gente entra antes de dejar salir. Lo mismo pasa con quien lleva maletas. Gente que empuja al de delante para salir del vagón (¿Pero no ves que yo también salgo? ¡Ponte detrás de mí y sal!). Gente que se queda parada en el carril rápido de las escaleras mecánicas, impidiendo que los que van con prisa puedan ir más rápido. Personas que ponen los pies en los asientos (a ver: los pies tocan el suelo; si los pones en los asientos, el siguiente que se siente es como si se sentara en el suelo).
Todas estas actitudes van contra el sentido común, pero cuando nos metemos en el Metro parece que éste desaparece y deja paso a una especie de fiebre enfermiza que nos lleva a intentar ganar décimas de segundo como locos.
Creo que esto se podría evitar si el Ayuntamiento invirtiera algo de dinero en una campaña formativa permanente que formara parte del paisaje habitual de las estaciones, y que recordara a los usuarios que las prisas no justifican la mala educación. Ya sé que más de uno pensará que el sentido común no puede enseñarse, pero hay gente muy bien dotada de sentido común que se lo deja en los tornos de la entrada. No estaría de más recordar estas cosas, aunque lo que sería mucho más práctico es que el Ayuntamiento no tuviera que gastarse el dinero en estas cosas, y que fuéramos nosotros mismos los que nos diéramos cuenta.
Juan Cárdenas
Es más fácil hacer lo mismo que el rebaño
Hace años que las puertas del Metro tienen pegatinas-consejo, que algunos ignoran.
Yo, cuando subo a un autobús abarrotado, digo aquello de «al fondo hay sitio», y luego miro las caras embobadas de la gente, que ni se inmuta. Les da como vergüenza usar el sentido común, porque resulta más cómodo hacer lo que hace el resto del rebaño.
I.
La prisa no justifica la mala educación
Las prisas no justifican una mala educación. Esto es como los que dicen que escriben con faltas de ortografía porque escriben muy rápido, y qué tendrá que ver una cosa con la otra...
Hay gente de todo tipo, sí; no generalicemos, porque todo el mundo no es igual. Pero es verdad que el suburbano transforma a la gente. Es un poco el «todo vale».
C.
Quien hace las cosas mal, lo sabe
Lo de las campañas de concienciación es una inversión que debería ser evitable... Prefiero invertir dinero público en otras cosas. Por otro lado, pienso que quien pone los pies en el asiento sabe de sobra que no es correcto lo que hace, y pasa... ¿Pasarán de la publicidad también? Pues parece bastante obvio. Por desgracia creo que la solución no pasa por la publicidad, sino por la conciencia de cada uno, y no corren buenos tiempos para la solidaridad y el civismo.
P.
Cosas del país de la picaresca...
El problema fundamental es que en España somos bastante individualistas (en general) y tenemos muy poco respeto hacia lo público. Aquí, patria de la picaresca, no sólo no está mal vista la picardía, sino que incluso se admira. El héroe es el que consigue colarse en el coche diez metros antes de la salida cuando los demás llevan un cuarto de hora haciendo cola, el primero que entra en el Metro, el que cruza con el semáforo en rojo. No se respeta para nada a los demás y no se me ocurre nada que podamos hacer para remediarlo. Educación, quizás.
N.B.