Jueves, 29 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6311.
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 MADRID
La Noche de los Teatros / Escena
Clausura de lujo en un solo acto
M2 estuvo en el ensayo de la función en la que actúan Santiago Fisas y Fernando Marín
BEATRIZ PULIDO

La política puede hacer extraños compañeros de reparto, en este caso, más que de cama. Quién le iba decir a Santiago Fisas, consejero de Cultura y Deporte de la Comunidad y a Fernando Marín, coordinador de Izquierda Unida de la Comunidad, hace unos años que, a escasos meses de alejarse del escenario político, (Fisas es el único de los consejeros de Aguirre que no continúa con su cargo, aunque admite que no sabe cuál será su futuro, y Marín no formará parte de la lista electoral de su partido), iban a encontrarse en las tablas para representar dos papeles en una misma función.

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La culpa la tiene el espectáculo ¡Jugad, jugad! Esto es un escenario, preparado por Juan Carlos Pérez de la Fuente y que pone hoy el broche de oro a la Noche de los Teatros. Nada se sabía acerca de este acontecimiento, salvo que había orden expresa de su director de reservar por una sola vez la escena a otros protagonistas, distintos de los actores. Habían de ser gente vinculada con el mundo del teatro: críticos, políticos, escritores, profesores, cantantes, incluso deportistas, por eso del espectáculo, pero ignotos en su faceta interpretativa.

Así se juntaron gente como Concepción Dancausa, Luís Alberto de Cuenca, Nieves Herrero, la bailaora María Pagés, Jacobo Beltrán (portavoz de cultura PP Asamblea).

Durante el ensayo de la función, que tuvo lugar ayer en el Auditorio de la Real Fábrica de Tapices, la cámara, que es más receptiva para captar lo emotivo y lo anecdótico, se fijó especialmente en ellos dos: Marín tenía un poco de ventaja, bueno, mucha. Lleva la actuación metida en las entrañas y ha sido casi más tiempo actor que político. Fisas le ponía todas las ganas. «Es que me ha tocado un compañero de viaje», se quejaba el consejero, que se muestra un poco inquieto por esta circunstancia: «Bueno, es el peor de los posibles, y eso que somos buenos amigos».

A parte de sus respectivos solos, entre ellos dos se establece un diálogo: el que realizan el malogrado Max Estrella y Don Latino de Híspalis por los callejones del Madrid de Luces de Bohemia (Valle-Inclán). «Espero que me toque Don Latino, que es un poco más sencillo». El director parece oírle y le da el papel aunque, en el último momento, se intercambian los personajes. Los dos discuten, se increpan, ruedan por el suelo: «La tragedia nuestra no es tragedia», le comenta Max a Don Latino; «pues algo será», «el esperpento».

«De pequeñito yo hice alguna que otra función, pero de eso hace tanto tiempo». Fisas sigue a lo suyo mientras espera a su compañero de reparto que aún no ha llegado. Cuando lo hace, Marín se incorpora al escenario de un salto. Tiene la porte de un Galiardo. Los improvisados actores se reunían a última hora de la noche de ayer y se quedaron ensayando hasta bien entrada la madrugada, haciendo horas extra. Sobre el escenario se ha planteado un interesante juego de espejos grotescos, posados sobre los grandes ventanales de la sala, para que reflejen a los espectadores invitados que acudan a la función.

Los 17 personajes permanecen sentados en taburetes y se van incorporando al centro del escenario conforme les llega el turno.

Una pianista (Laura Pedreira) ameniza las esperas. Pérez de la Fuente corre de un lugar a otro organizando las entradas y salidas de los actores. «Hemos pensado que no os vais a limitar a leer desde vuestros sitios». Esa frase provoca un poco de desasosiego y despierta algún que otro miedo escénico que parecía dormido. Definitivamente, no es lo mismo el escenario que el micrófono político: «Lo otro ya me lo sé y esto no», admite Fisas.

Ayer no estaban todos los que serán esta noche. Por ejemplo, la presidenta de la Asamblea, Concepción Dancausa, estaba volando hacia allí (tampoco habían llegado Marta Sánchez o Nieves Herrero).

Dos bailarines le dan un toque contemporáneo al acto. «Venid vestidos de negro o de color oscuro». Son últimas instrucciones del director. A esas alturas los actores, ya están metidos en la escena, todos están dispuestos a jugar sobre el escenario.

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