DAVID TORRES
Echando mano de la sobada bolsa de las metáforas, la mayoría de los comentaristas se ha apresurado a señalar que Zapatero se dio un baño de realidad la noche del martes. Pero, ¿hay algo más irreal que un plató de televisión? La pantalla no sólo engorda o adelgaza, agiganta o enaniza a los personajes que brotan de ella, sino que propaga irrealidad allá donde toca. Hasta el público se volvió una quimera. De hecho, casi todas las preguntas que le hicieron al presidente fueron ficticias, ilusorias o prefabricadas, y por eso él salió más o menos airoso de la prueba. Todas menos una, la del café, y ahí es donde Zapatero demostró que es un presidente virtual salido de una alucinación neuronal tipo Matrix. Tuvo suerte de que no le preguntaran por el donut.
Zapatero vive en un mundo donde un café cuesta 80 céntimos. Eso pasa por tomar el café en el Congreso de los Diputados, un lugar prácticamente inexistente salvo cuando sale por la tele. Tan ficticio es que hasta lo anuncian con leones, como las películas de la Metro Goldwyn Mayer. Los bares de los organismos oficiales no son bares de verdad, servidos por camareros de verdad, sino alucinaciones. En los pasillos de RTVE uno puede tomarse un café de máquina con los amiguetes por 33 céntimos, cifra que siempre me ha dado que pensar. El 33 es el número esotérico por antonomasia, los años de Cristo en la cruz, y una de las peores combinaciones para dotar a una máquina de cambio. Piénsenlo: en los pasillos de RTVE, los trabajadores, sin saberlo, se reúnen para practicar ritos cristianos con café. Con mucho menos que eso Dan Brown hizo su fortuna y Philip K. Dick su leyenda.
Un café de máquina no es un café y un café real no cuesta 80 céntimos ni de coña. Dudo mucho de que Rajoy hubiese salido mejor parado de la prueba y seguramente ahora debe de estar en el AhorraMás estudiándose los yogures y las patatas, como si fuese a concursar en El precio justo. Nuestros políticos viven inmersos en un mundo de fantasía, de dibujos animados, protegidos férreamente de la realidad por guardaespaldas, limusinas blindadas, cócteles, encuestas y asesores de imagen.
En El disparatado círculo de los pájaros borrachos, el escritor Juan Aparicio Belmonte imagina que el PSOE nombra como candidato a Espinete y el PP a Don Pimpón. La idea suena novedosa pero, de hecho, Zerolo o Astarloa responden básicamente a ese perfil alucinatorio. De seguir así, en las próximas elecciones 'Pepiño' Blanco podría ser sustituido por Bubu y Acebes por Pedro Picapiedra.
Muy poca gente en la historia de la democracia se ha atrevido a rasgar el velo de maya de la política: Julio Anguita cuando volvió al instituto o Gerardo Iglesias cuando regresó a la mina. Los demás siguen en la caverna platónica, aferrados a las sombras del poder, marionetas del poder en la sombra, meras sombras de sombras.
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