Viernes, 30 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6312.
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El 'beatnik' que leía a kafka
Philip K. Dick es un bicho raro literario. sus libros y relatos se adaptan al cine a razón de uno por año, pero no se encuentran en las librerías. Minotauro, bibliópolis y edhasa están intentando rescatarlos, justo cuando se cumplen 25 años de su muerte y del estreno de su obra más conocida: 'blade runner'
LAURA FERNANDEZ

Hay quien dice que Philip K. Dick era en realidad un beatnik que había leído más de la cuenta a Franz Kafka. De ahí tal vez la reducción de su segundo nombre, Kindred, a la inicial. Luego hay quien lo considera un visionario: el mundo del que habló, aquel en el que la realidad se confundía con la ficción hasta el extremo de sumir al hombre en una asfixiante desorientación, está ya aquí.

Second Life, sin ir más lejos, la exitosa web que promete otra vida al aburrido internauta, da cobijo a un buen montón de replicantes virtuales que no son más que humanos huyendo de sí mismos. «Dick es uno de esos autores sin los que no podría entenderse la segunda mitad del siglo XX», dice Paco García Lorenzana, editor de Minotauro, sello que está rescatando al escritor del limbo de los autores descatalogados.

Porque, haciendo cuentas, Philip K. Dick escribió 45 novelas y cinco colecciones de relatos en 30 años y actualmente apenas corretean por las librerías españolas una veintena. Muchos de ellos están descatalogados, pero otros muchos nunca han sido editados. Empezando por cuatro de sus seis novelas realistas (dicen las malas lenguas que en realidad Dick no quería ser un escritor de género, por lo menos, no en los años 50, cuando empezó a escribir). A principios de los 90 se recuperaron Confesiones de un artista de mierda (Valdemar) e Ir tirando (Alcor). Ambas están ya descatalogadas. Por eso la noticia de que Bibliópolis ha comprado sus derechos, anunciada con motivo del 25 aniversario de su muerte, el pasado 2 de marzo, es antológica para sus lectores.

«Dick dinamitó la space opera, ese género simplón que se había apoderado de la literatura de ciencia ficción en la década de los 60. Tenía tanta ambición como cualquier escritor llamado literario y eso se notaba», considera Daniel Fernández, editor de Edhasa, sello que tiene los derechos de explotación en castellano de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? o, lo que es lo mismo, Blade Runner, su best seller, que, curiosamente, este año ha alcanzado su edición número 25. Pura casualidad.

Porque este año no sólo hace 25 primaveras que Philip K. Dick se reunió con su hermana gemela, Jane C. (que murió en 1928, un mes y diez días después de nacer), sino que también hace 25 años que se estrenó Blade Runner, la epopeya de neón y lluvia radioactiva que filmó Ridley Scott a partir de la novelita de Dick. El escritor no llegó a verla, pero, según cuentan, las escenas que Scott le pasó antes del estreno le gustaron mucho.Lo que nunca podría haber imaginado es que se convertiría en una gigantesca película de culto capaz de eclipsar el resto de su obra. Aunque capaz también de mantener en pie su lisérgica figura hasta el fin de siglo y más allá.

«Su literatura ha sido importante hasta el extremo de que se ha creado un adjetivo con su nombre. Se dice que algo es dickiano cuando se está ante una situación en la que la realidad parece ser distinta a la que conocemos, en la que nada es lo que parece y en la que uno llega a dudar de su propia cordura. Y se emplea con la misma naturalidad con que recurrimos a términos como dantesco», asegura Juanma Santiago, responsable de la colección Artífex, de Bibliópolis, y ex director de la revista de literatura de ciencia ficción y fantasía Gigamesh.

A menudo la obra de un autor parte de una pregunta. La de Philip K. Dick parte de: «¿Qué es lo real?». Dick empezó a escribir en 1952. Por entonces ya vivía en California, donde se mudó a los cuatro años con su madre, después de que sus padres se divorciaran (Philip había nacido en Chicago). En 1955 publicó su primera novela, Lotería solar. Ambientada en un mundo donde la máxima autoridad, el Presentador, es elegida mediante una lotería, el protagonista tiene que burlar el sistema telepático que gobierna la sociedad para asesinar al mencionado Presentador. La novela fue todo un éxito y le siguieron una media de dos por año hasta 1963, cuando fue distinguido con el prestigioso Premio Hugo por El hombre en el castillo (Minotauro), para muchos, su obra maestra.Influida, desde el título, por El castillo de Kafka, la novela es en realidad de historia alternativa. El hombre en el castillo transcurre en Estados Unidos, 15 años después de que las fuerzas del Eje hayan derrotado a los Aliados en la II Guerra Mundial.En este mundo alternativo, el antiguo territorio de Estados Unidos ha sido dividido en tres partes, ocupando su costa este fuerzas alemanas y su costa oeste fuerzas japonesas. Y todo porque, en 1933, en el mundo de Dick, Roosevelt había sido asesinado, así que Estados Unidos no había podido superar la Gran Depresión y había desarrollado una política aislacionista que impidió que participara en la II Guerra Mundial. Como resultado, los Aliados perdieron.

El hombre en el castillo, los relatos que inspiraron Minority Report o A scanner darkly y las novelas que dieron lugar a Una mirada en laoscuridad y Desafío total (que, como Abre los ojos, surgió de Ubik) parten de una grieta en la realidad. ¿Y si la realidad no fuera la que es? ¿Y si no nos hubieran contado toda la verdad? «Quizá la película más dickiana de los últimos años sea Matrix, aunque no tenga nada que ver con Dick», dice Juanma, ansioso por leer los dos volúmenes de cuentos que permanecen inéditos, pero que en breve publicará Minotauro. En total, Minotauro recuperará 14 novelas y sus cinco antologías de relatos. Por el momento va por la tercera. «La cuarta y la quinta saldrán en 2008 y 2009», afirma Paco García Lorenzana.

Con el paso de los años, ¿el interés por Dick crece o se mantiene? «Las ventas son constantes. El cine ayuda mucho a recordarle al lector que existe. Y la crítica más sesuda cada vez más se está rindiendo a su obra. En Estados Unidos, por ejemplo, es ya un autor de referencia», asegura Paco. Para Daniel, editor de Edhasa, no está tan claro. «Me temo que es un autor menos leído que citado», dice. Aunque asegura que Edhasa también se animará en breve a reeditar los libros que tiene en el fondo y que se encuentren descatalogados (entre ellos, La transmigración de Timothy Archer, una de sus últimas novelas).

Escritor maldito donde los haya, Dick fue ignorado en vida y entronizado tras su muerte. Se casó cinco veces, tuvo tres hijas, se abrazó al mundo de la droga tras una visita al dentista (le suministraron pentotal sódico para quitarle una muela del juicio) y acabó charlando con Jesucristo. Las visiones lisérgicas le hicieron creer que había empezado a vivir una doble vida: una como sí mismo y otra como Tomás, un cristiano perseguido por los romanos en el siglo I. Desde el principio aceptó estas visiones como reales, creyendo que en realidad estaba en contacto con una entidad divina a la que llamaba Cebra y SIVAINVI. SIVAINVI es el acrónimo de Sistema de Vasta Inteligencia Viva. En inglés VALIS (Vast Active Living Intelligence System), título de una de sus novelas, publicada un año antes de su muerte, en plena efervescencia mística. Llegó a decir que Dios era en realidad un satélite de algún tipo que usaba rayos para comunicarse con los terrícolas.

«Creía que todos le seguían: el FBI, la CIA... Y es muy probable que lo hicieran. Le abrieron un expediente cuando se opuso a la guerra del Vietnam», dice Daniel. Pero de ahí a inventarse un álter ego romano que diera sentido a su paranoia, hay un abismo.«Estoy seguro de que no me creen, y de que tampoco creen que creo en lo que afirmo. Son libres de creerme o no, pero al menos crean esto: no estoy bromeando», dijo, una vez, Dick.

PIE DE FOTO TITULADA

Philip K. Dick.

Nació en 1928 en Chicago. Su hermana gemela, Jane, murió al poco de nacer, hecho que marcó la vida de su hermano para siempre. Escritor precoz y prolífico, Dick presumía de haber colocado todos sus cuentos («nunca me han rechazado ninguno») y era capaz de escribir hasta cuatro novelas al año. Su vida fue corta y pobre, pero su fama póstuma le ha valido la inmortalidad sobre la que especuló en sus libros.

EL MUNDO

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