Viernes, 30 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6312.
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La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación (Ramón J. Sender)
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Poder de cine
Todo bajo el cielo
Montserrat Nebrera

Sun Tzu es para el pensamiento oriental, y salvando obviamente el sentido global de Confucio y el omnicomprensivo de Lao Tsé, una suerte de híbrido entre Hobbes y Maquiavelo, situado en momentos especialmente difíciles de la historia de los territorios que poco después conformaron China, y orientando desde la acción bélica el pensamiento que necesariamente debe esconderse en ella: como dice Tzu en El arte de la guerra, espada y guerrero no pueden ser más que la misma cosa, ésa es la conclusión a la que también llega el rey de Qin, en Hero, la película dirigida por Zhang Yimou en el año 2002, con voluntad y resultado de convertirse en cine de masas sobre otra de las manifestaciones del poder.

La cinta se arropa en una estética bellísima, simbolizada en el distinto color con el que se van sucediendo las versiones de los mismos hechos, y con el recurso magnético a la versión metavoladora de las artes marciales y a la ralentización de la cámara cuando la espada, la escritura y el ser humano se quieren resaltar en su expresión más depurada. Pero más allá de eso se encuentra la apuesta personal del director por el discurso visual de la conciencia: la caligrafía conforma y es conformada por el espíritu, la espada es la prolongación de la mano, somos lo que nuestro pensamiento quiere, y por eso quien domina el pensamiento es capaz de dominar el mundo, es decir, todo lo que se halla bajo el cielo.

La guerra, metáfora de lo que acontece en el interior del ser humano, es la conjunción de espada y mano; la paz es la ausencia de espada en la mano y en el corazón, pues si el espíritu guerrero permanece, incluso una brizna de hierba puede convertirse en arma. Por eso es héroe, título de la película, quien sabe poner la guerra al servicio de la paz: Sin Nombre, el guerrero que, para vengarse matando al rey de Qin, convive con el sacrificio de amigos, descubre la heroicidad de éstos y la propia, pero también la del rey, pues es heroico quien descubre las verdaderas razones por las que actúa y puede reorientarlas hacia el bien común. Por eso Sin Nombre, que consigue, matando a sus amigos, acercarse al rey tanto como para matarlo, al contemplarlo contemplando la esencia común de la caligrafía y de la guerra, advierte la verdadera condición de ambos.

La condición del rey, del verdadero rey, es su capacidad de sacrificio de la individualidad propia y ajena en beneficio del todo. No es una voluntad de colectivizar la que le anima, sino de construcción del bien común. Incomprendida, amenazada, provocadora de aislamiento y de pervertimiento, al final su asesino potencial reconoce la auctoritas al rey en su función, renuncia a matarlo y, por ello, se deja matar, pues su vida había estado construida en torno a un error, y descubierto, su espíritu se libera y desaparece.

La diferencia entre táctica y estrategia también está presente en este discurso fílmico, como no podía ser de otro modo en el ámbito de la guerra, y aunque también se extienda a toda la teoría de juegos, incluida la política. El guerrero vengador tiene una clara estrategia para llegar al entorno físico del rey, pero desde la verdadera aprehensión de lo que es mandar, esa estrategia se transforma en mera táctica. Sólo una visión miope, fruto apresurado del apego al poder, permite confundir ambas cosas.

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