Viernes, 30 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6312.
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Bajar al subsuelo en busca de mitos
La realidad está llena de leyendas, de personajes fascinantes cuya vida es su mejor obra o cuyas canciones aún sobreviven al paso del tiempo. El joven cineasta Isaki Lacuesta intenta capturarlos en sus filmes, aunque tenga que investigar, viajar y adentrarse en lugares extraños para conseguirlo
VANESSA GRAELL

Hay escritores que persiguen leyendas, cineastas que intentan atrapar fantasmas y fabuladores que inventan historias a partir de hechos o personajes reales. El joven guionista y director Isaki Lacuesta hace las tres cosas. Los misterios sin resolver fascinan fatalmente a los artistas, sobre todo si la realidad les permite especular. Isaki confiesa tener «una especie de mitomanía lúdica». Ya de adolescente andaba por las calles de París buscando la casa de Proust o iba a «visitar amigos» en los cementerios de Montmartre y de Père Lachaise.

Con su ópera prima, Isaki (en su nombre real, la s es una ñ) intentó atrapar el fantasma del poeta y boxeador Arthur Cravan.Este escurridizo personaje no era más que una nota a pie de página en los libros sobre vanguardias artísticas. El tal Cravan (de nombre verdadero Fabian Lloyd, sobrino de Oscar Wilde) se codeaba con André Breton, Marcel Duchamp, Gertrude Stein y toda la troupe.

Cuando Isaki era estudiante de Comunicación Audiovisual, alternaba las clases y los descansos en el césped de Bellaterra con largas visitas a la hemeroteca. En 1992 aparecieron unos carteles sobre el combate que Cravan disputó en Barcelona contra el campeón mundial Jack Johnson. En los archivos de la hemeroteca, Isaki empezó a reconstruir la historia de aquellos días que Cravan pasó en Barcelona huyendo de la I Guerra Mundial.

Completamente fascinado por ese poeta boxeador, su idea era escribir un libro: «Una mezcla entre la novela y el ensayo histórico», señala. Pero ya existían volúmenes similares. Sólo al graduarse y apuntarse al máster de Documental de la Universitat Pompeu Fabra, pensó en construir el mito de Cravan en formato cinematográfico.La ausencia de material sobre Cravan le atraía, su intención era rodar una película fragmentaria, con estructura de collage.Pero, inesperadamente, la realidad le brindó un hilo conductor.

El productor Paco Poch (antiguo profesor de Isaki) fue a París para intentar una coproducción francesa. Pero encontró otra cosa.En la sala de espera de la productora, se topó con Frank Nicotra, un modesto director que intentó seducirle para que le produjera su guión. Nicotra se presentó como boxeador (campeón de Europa) y poeta. Un álter ego de Cravan había aparecido y el filme cambió por completo. Cravan vs Cravan se estrenó en el Festival de Sitges, donde se propagó el rumor de que era un falso documental.

El propio Isaki cuenta en su historial con algunos rasgos que lo emparentan con Cravan, aunque él lo niegue. Nunca se ha sentido atraído por el boxeo, pero sí llegó a cinturón marrón de judo, afición que abandonó cuando se enamoró (entre el instituto, la novia y los amigos, no tenía tiempo). Su pasión por la literatura le llevó a publicar en diferentes revistas y diarios. Si Cravan llegó a escribir una revista entera -Mainte-nant- bajo diferentes pseudónimos, Isaki se limitó a firmar algunos artículos con otros nombres (para encubrir «algunos escritos lamentables», ironiza).Si algún día alguien encuentra una crítica de cine firmada por Cravan, es de Isaki.

Si Cravan inventó un falso encuentro con su difunto tío Wilde (del que la prensa internacional se hizo eco, resucitando al escritor), un joven Isaki hizo una crítica sobre un libro inexistente.«No había ninguno que me gustara esa semana», se justifica. Así que aprovechó para inventar un ensayo ficticio (con foto de Borges en la portada) que trataba -no podía ser de otro modo- sobre libros apócrifos o desaparecidos a lo largo de la Historia: desde los inventados por Borges a La Comedia de Aristóteles o los ejemplares que Goethe quemó.

Después de estrenar Cravan vs Cravan y de recibir múltiples premios como director revelación y a la mejor obra, Isaki se tomó unas vacaciones y se marchó a Cádiz. Como era «muy fan» de Camarón, fue a San Fernando de la Isla para buscar el paisaje de sus canciones y seguir el rastro del cantaor. La realidad le fascinó tanto que decidió rodar otro documental.

Había escenas que no podía olvidar: niños que se escapaban del cole en febrero para ir a bañarse al río, chavales que eran grandes cantaores y al cambiarles la voz dejaban de cantar o la presencia de japonesas aprendiendo flamenco. «¿Qué lleva a una mujer de Japón a cruzar medio mundo, abandonar a su familia y dejar su trabajo para estudiar flamenco?», se preguntaba. Así surgió La leyenda del tiempo, que explica las historias de Isra -un niño gitano que no volverá a cantar tras la muerte de su padre- y Makiko -una japonesa fascinada por el flamenco. Rodada con un guión mínimo y mucha improvisación, se ha convertido en la mejor película de 2006 según la Associació Catalana de Crítics i Escriptors Cinematogràfics.

En junio, Isaki filmará su tercer documental, La voz de Hugo (reaparecer), aunque el título aún es provisional. Es la historia de un desaparecido de la dictadura argentina: el actor y músico Hugo González. Con la llegada de la dictadura, este actor bajó de los escenarios para empuñar un fusil. Y desapareció. Su mujer era la cantante de cabaret Cecilia Rossetto. Después de actuar en La mujer maravilla, un exitoso programa de televisión, se quitaba el traje de lentejuelas, se ataba un pañuelo a la cabeza y recorría las cárceles en busca de su marido. Hace unos años, Cecilia conoció a una mujer que estuvo en el mismo campo de concentración que Hugo y le contó que, mientras torturaban a sus compañeros, él cantaba canciones de Serrat para animarlos.

Isaki ya anda pensando en sus proyectos a largo plazo. Si todo va bien («en el mundo del cine nunca se sabe», indica prudente), en 2008 hará su primera incursión en la ficción. Pero el argumento está basado en hechos reales: un adulto que se hace pasar por adolescentes desaparecidos. Una madre le reconoció («tal era la necesidad de autoengaño y de recuperar a su hijo», señala el director) y el hombre llegó a vivir tres meses con la familia.

Sea en la realidad o la ficción, Isaki seguirá, incansable, buscando mitos que llevar a la pantalla, aunque tenga que bajar al subsuelo o adentrarse en cárceles argentinas para encontrarlos.

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