Viernes, 30 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6312.
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'Cien años de soledad' por las calles de Colombia

C. DE INDIAS.- Calle de la Media Luna, Cartagena. A la espalda de un puesto de arepas quedan unos andamios que ocultan un edificio abandonado. Es el antiguo Cartagena Club, el viejo casino. Unas verjas herrumbrosas y mal cerradas invitan a entrar al edificio en ruinas que, sin embargo, no está vacío. Una veinteañera asoma la cabeza, sonríe y avisa: «Mejor vuelva a las 19:30». Para entonces, con el sol recién puesto, un conjunto de bailarines y percusionistas de raza negra da la bienvenida al visitante.

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Dentro, el club es todo esqueleto: paredes descascarilladas, escaleras de piedra y el cielo como único techo. Al fondo, en el hueco de lo que fue el patio del club, 70 espectadores rodean un terrero donde un muchacho recita una letanía: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía... Muchos años después...».

Así empieza La casa, la primera adaptación teatral de los Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Sobre la arena, 11 actores semiprofesionales de Bogotá se convierten en habitantes de Macondo, animados por uno de los chicos de la pandilla, Esteban García, sobrino del escritor, productor de la obra e intérprete de Aureliano Buendía.

Flashback: Aureliano vuelve a ser el hijo tontorrón de los Buendía, aún perdidos por la costa caribeña. El clan juega y espera la visita de los gitanos... hasta que una pelea de gallos marca el final de la inocencia. Un malentendido, una bala perdida, un fantasma llamado Prudencio Aguilar y una condena a 100 años de soledad...

«Desde siempre quise hacer La casa», cuenta Esteban García. Las piezas empezaron a encajar hace un par de años, cuando Esteban encontró a los compañeros con los que quiso formar una compañía; después llegó el director, David Gurji, el permiso de Gabo, la ayuda económica de Javier Bardem y el lugar.

Allí la novela se convierte en obra de teatro y el teatro se vuelve danza. Baila Rebeca; baila Pietro Crespi, atildado como un personaje de El lago de los cisnes; y baila Amaranta, que se enfrenta a Rebeca bajo un palmeo flamenco como si estuvieran en Bodas de sangre.

Así, los personajes se imponen a la trama. Esteban García dice que la novela de su tío ha sido, sobre todo, una inspiración para que los actores experimentaran con sus recursos expresivos.

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