L. M.
BARCELONA.-
El Pleno extraordinario sobre el despliegue del Estatut tenía que servir, en principio, para que las fuerzas del tripartito y CiU recuperasen el espíritu que les unió el año pasado cuando se redactaba la nueva norma autonómica y para que fuesen todos a una a Madrid a pedir que el texto se desarrolle de forma rápida y generosa.
El resultado ha sido el contrario. La crispación entre las fuerzas políticas que en su día formaron lo que se llamó el cuatripartito -CiU, PSC, ERC e ICV-EUiA- es ahora palpable y más intensa que nunca.
Para los socialistas, la situación a la que le ha conducido Esquerra durante estos días, haciendo públicas las discrepancias en el seno del Govern, es una auténtica trastada que costará recomponer. José Montilla se reunió ayer, tras concluir el Pleno, con el número dos de ERC, Joan Puigcercós, previsiblemente para echarle un rapapolvo.
Mientras, en Esquerra -que al final votó su resolución inicial en solitario- están indignados con CiU porque los convergentes airearon las negociaciones que mantuvieron durante el día de ayer para transaccionar sus resoluciones, pues éstas eran, en principio, secretas.
En ICV, que ha logrado mantenerse más o menos al margen, son partidarios de que Cataluña ejerza el derecho a la autodeterminación. Sin embargo, votaron ayer en contra de la resolución de Esquerra por fidelidad al Govern.
CiU quiere aprovechar para que se visualice la desunión del Govern y ha prometido que tomará medidas que podrían ir desde pedir a Montilla que solicite la confianza del Parlament, hasta proponer una interpelación directa al presidente de la Generalitat en el Pleno, con una moción subsiguiente. Y, mientras, Montilla sacó ayer su carácter por primera vez desde que es presidente y se enojó con Mas: «No vuelva a llamar tripartito al Govern», le espetó.
|