Juan Carlos Pérez de la Fuente
...En una noche de teatro, en La Noche de los Teatros. El calendario decía que ya es primavera, y el parte meteorológico del día 29 anunciaba tiempo soleado a partir de las cinco de la tarde. Cuántas coincidencias, y ninguna por casualidad. Que la primavera la sangre altera lo saben hasta los niños, lo repiten las canciones, y lo atestigua la Madre Naturaleza. Hasta Beethoven quiso cantar en sus acordes la primera primavera del mundo. Llega de repente. La tierra nos llama desde dentro y sentimos entonces que estamos hechos del mismo barro. ¿Y qué tiene todo esto que ver con La Noche de los Teatros? Mucho. La celebración de la estación fecunda, de la luz y de la vida nos acompaña en ésta otra: el hervidero, el estallido, el jolgorio o la fiesta de la creación escénica.
A las cinco de la tarde -a las cinco en punto de la tarde-, José María Pou nos daba a todos la salida: a tomar las calles, las plazas y los teatros de Madrid; a mezclarnos, a jugar, a transformarnos por unas horas (ocho exactamente), pero todos juntos y revueltos y sin parar. Y así surgió la idea de hacer un espectáculo en el que nos descolocáramos todos un poco. ¿Pero ése que actúa no es...? ¿Tú crees? ¡No me digas! Sí, pero una noche es una noche. ¡Jugad, jugad, esto es un escenario!
Nuestro escenario, la Real Fábrica de Tapices, no podía ser más apropiado. Creo que tapiz viene del diminutivo griego de manta. Pues eso. El adorno del teatro, ¿no era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte a otra?
Y nos pusimos a tirar del hilo: El estreno de Electra, de Benito Pérez Galdós, una auténtica revolución teatral en el Madrid de 1901. Electra fue un símbolo en aquella sociedad, una llamada de atención a lo nuevo, a lo insólito. Al progreso y al cambio. Empezaba el siglo y al teatro español le aguardaba un recorrido apasionante y apasionado.
...Así hemos ido desgranando páginas singulares de nuestro teatro, con algunas paradas o escenas. Páginas que desgranan las luces y las sombras, los mea culpa, los sinsabores, los éxitos, los debates sempiternos entre realidad y evasión, humor y tragedia, y alguna que otra definición. También hay un prólogo y un epílogo, como no podían faltar. Y sorpresas, muchas y variadas.
Sí, nada es lo que parece. Al final descubrimos que el juego nos une por encima de todo. Aunque sea por una noche, en una noche de primavera sin sueño. A la primavera de los teatros volveremos cada año, con la misma pasión, con la misma esperanza. Que nadie se quede fuera de este juego. No queremos jugar solos. Está prohibido y, además, es aburridísimo.
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