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La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación (Ramón J. Sender) |
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«A la primavera de los teatros volveremos cada año, con la misma pasión y esperanza. Que nadie se quede fuera de este juego. No queremos jugar solos» |
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El placer de ser camaleón |
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Políticos, periodistas y gente de la cultura se convirtieron en actores en una noche especial |
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JOSE MARIA ROBLES
Bajo una piel que era prestada, en un hábitat de alquiler donde hubo vértigo, placer y brío insólito, 17 personalidades aprovecharon (la casi madrugada) para entretener y entretenerse con los malabares del teatro, divertimento de siglos donde todo es pelota al aire y mano ágil. La consigna, alta y clara, la había dado el director Juan Carlos Pérez de la Fuente: ¡Jugad, jugad! Esto es un escenario. Respondieron a la propuesta la bailaora María Pagés, la cantante Marta Sánchez, el poeta Luis Alberto de Cuenca, Concepción Dancausa, presidenta de la Asamblea de Madrid... El poeta es un fingidor, sí, pero anoche nadie quería dejar pasar la oportunidad de hacerse otro, de cambiar momentáneamente de oficio, de camaleonizarse justo cuando Madrid, puesta del revés por La Noche de los Teatros, volvía a ser el mismo Madrid de siempre.
Un toque de campana marcó el inicio de la velada. Había sana curiosidad por ver cuál de estos actores ocasionales era el primero en dar un paso al frente en la Fábrica de Tapices. El suspense se mantuvo un ratito, con los protagonistas de espaldas al público y de cara a unos gigantescos espejos como colocados por Valle-Inclán, con la barriga llena de perfiles deformados. El privilegio (¿o fue más bien una invitación?) se lo llevaron Nieves Herrero (la única que huyó del negro con una chaqueta roja) y el autor teatral Pedro Víllora, colaborador de esta casa. Víllora ofreció de su puño y letra, bien acompañado, una sarcástica y tierna reflexión sobre el mundillo escénico, con la que la pareja, al principio distanciada en la tarima, acabó juntándose.
Mientras, sus compañeros de turno aguardaban sobre la hilera de butacas dispuesta a lo largo del Auditorio. Ejercía de escolta de todos ellos el conductor de la gala Oscar Zafra, de la compañía Teatro Meridional.
Tras ese primer diálogo, el grupo se dio la vuelta para dejarse ver por el público y observar, de paso, los pasos de baile del Premio Nacional de Danza Chevi Muraday y una compañera. Acto seguido todos se pusieron a gritar al mismo tiempo, como en reivindicativa profesión. Al alimón también prendieron una vela, quizá para alumbrar la memoria de Benito Pérez Galdós, presente en el siguiente recital.
El piano acompañó más lecturas: Pérez de Ayala (rescatado por Javier Villán, crítico teatral de EL MUNDO), Arniches, Unamuno... A nadie le titubeó la dicción ni se le escapó un gesto pese a que los ensayos se apuraron hasta el último momento. ¿La mayor ovación? Para Santiago Fisas, consejero de Cultura y Deportes de la CAM, y Fernando Marín, portavoz de IU en la Asamblea de Madrid. Y así la noche se escapó en un suspiro, tan fácil huye un reflejo en el Callejón del Gato.
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