Irán, acorralado contra las cuerdas por la comunidad internacional por su insistencia en mantener su programa nuclear, quiere utilizar a los quince militares británicos capturados en aguas del Golfo Pérsico como baza con la que poder aflojar esa presión. No es casualidad que el incidente se produjera horas antes de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas anunciara las nuevas sanciones a Teherán por su negativa a suspender su plan de enriquecimiento de uranio. Entre esas sanciones se incluyen la prohibición al país musulmán de exportar armamento y el llamamiento a todos los gobiernos para que no presten ayuda financiera al Gobierno de Mahmud Ahmadineyad.
La discusión de si los militares británicos habían penetrado o no en aguas iraníes es, a todas luces, baladí. Irán ha sabido hacerse fuerte en otras ocasiones en las que ha conseguido rehenes occidentales y quiere obtener contrapartidas. Por lo pronto, Ahmadineyad ya ha rentabilizado de puertas adentro el incidente, exhibiendo imágenes de los militares retenidos para hacer una demostración de fuerza ante sus compatriotas. El anuncio de que se iba a liberar en las próximas horas a la única mujer detenida, Faye Turney, y la negativa posterior alegando una «incorrecta actitud» de Londres por llevar el asunto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cabe encuadrarlo en el clima de tensión en el que pretende jugar sus cartas Teherán.
El gesto ha incrementado el malestar en el Gobierno de Blair, como ha indignado a la sociedad británica el hecho de que Turney apareciera en las imágenes con el cabello cubierto por un pañuelo, al entenderse como una humillación.
Tony Blair ya advirtió que el conflicto entraría «en una nueva fase» si se demoraba la puesta en libertad de los militares. Hoy se cumple una semana de su captura, pero la situación requiere prudencia en un momento en el que la posición de Irán es clave por su influencia en el conflicto iraquí. Tiene toda la intención el hecho de que Turney, en su segunda carta hecha pública desde su detención -a buen seguro escrita al dictado- se pregunte si no ha llegado el momento de «retirar nuestras fuerzas de Irak».
Aunque la tensión no ha dejado de crecer entre Londres y Teherán desde la captura de los militares, lo cierto es que no se han roto las relaciones diplomáticas, y eso deja un cauce abierto para resolver el problema por esta vía. Otra cosa tendría repercusiones inimaginables.
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