FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Es verdad que hay muy distintos movimientos ecologistas. Pero no lo es menos que cada vez resulta más difícil encontrar alguno que no sueñe con volver a la Edad de Piedra, ora al Paleolítico inferior, ora al Neolítico superior. El caso es dar marcha atrás como sea en la marcha de «este mundo absurdo que no sabe donde va», como escribía Aute y cantaba Massiel. Y en cuanto a encontrar ecologistas liberales y razonables, acudiendo a la misma pareja, «es más fácil encontrar rosas en el mar».
Entre las últimas sugerencias para hacer más sostenible el sostenido desarrollo del mundo que se desarrolla (que por desgracia para los pobres y para alegría de los paleoecologistas sostenistas no es todo el mundo) han llamado poderosamente la atención dos propuestas de inspiración genital y genitosa, para ellos y para ellas: las bragas de esparto y los condones de tripa de cordero, y es que ambos son mucho más biodegradables que el látex del preservativo común o que la popular lencería de nailon.
Dado el eco que entre las modelos famosas suele tener esta ideología ecologistoide (resulta difícil llamarla ecologista sin ofender al ecologismo ilustrado, que también existe, y es necesario siempre que concilie conservación y desarrollo) no sería de extrañar que antes del verano aparezcan aquellas top que tan heroicamente lucharon contra la peletería animal, a veces vestidas y a veces desnudas, ataviadas sólo con la íntima prenda de esparto como el no va más de lo ecomodernoso y genitonatural.
En los años de la Transición se decía mucho, incluso en las facultades de Letras, una frase feísima: «Es más basto (o basta) que un condón de esparto». Pero como la letra y el espíritu de la Transición ya han caducado por obra de Polanco y gracia de Zapatero, no es de extrañar esta reconsideración radical del preservativo y del esparto. Yo creo que ecologistos y ecologistas, con o sin Naomi Campbell, deberían presentar la moda de esparto DKNY y predicar con el ejemplo este verano.
Sin embargo, lo de los condones de tripa de animal, preferentemente cordero, puede producir un aumento dramático de lo que más preocupa a ciertos ecologistas: el aumento de la población planetaria. En realidad, hace más de 2.000 años, nuestros ancestros utilizaban ese tipo de preservativo tan guay y tan biodegradable, aunque no lo supieran. Lo que sí sabían es que fallaba más que la flecha de un cíclope. Era el Ogino de la antigüedad, casi una garantía de embarazo no deseado. Pero además si, pese a toda la tecnología moderna, hasta el látex puede fallar y, de vez en cuando, falla, calcúlese la dificultad de un control de calidad de la tripa de cordero. En fin, vamos a ver qué dice la ministra del ramo agropecuario.
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