MIKEL ARTETA
Esta semana tenemos que esperar. Jugamos el lunes contra el Aston Villa, en su casa. La verdad es que eso aquí es habitual. Si bien en España la experiencia de los partidos en lunes apenas duró una temporada, aquí son ya muchos años. Cosas, claro, de la televisión. Quien paga manda, como se suele decir. Además, por esas cosas del calendario, jugamos este lunes, el viernes y el lunes siguiente, después de un mes de marzo con dos partidos.
Hasta aquí también han llegado los ecos del nuevo ingreso en un hospital de Maradona. Y me acuerdo ahora de las historias, miles, que me ha contado uno de sus mejores amigos, con el que tuve la suerte de convivir durante mucho tiempo: Claudio Caniggia.
Fui compañero suyo de habitación en muchas concentraciones. Me contaba que, a pesar de que él le conocía desde muy niños, a pesar de que habían compartido miles de experiencias, buenas y malas, dentro y fuera del campo, a Caniggia le seguía asombrando el magnetismo que Diego tenía con la gente. «Es algo espectacular», me decía, recordando noches, cenas, concentraciones... Era entrar Maradona por la puerta y, según me contaba, todo el mundo se volvía, en la sala se hacía el silencio y en cuanto arrancaba el primero todos los demás presentes acudían a él en busca de un autógrafo, una foto, un saludo.
Por eso, como dice su médico, no debe ser fácil ser Maradona, el futbolista más grande que yo he visto. A otro nivel, claro, pero como futbolista profesional me he dado cuenta de que, como no tengas cuidado, los peligros acechan. Hay gente que se intenta aprovechar de ti, de tu nombre, tu posición e incluso tu dinero. Yo, afortunadamente, siempre he tenido un entorno familiar que me ha cuidado y guiado hasta que he sido capaz de decidir por mí mismo qué era bueno y qué era malo para mí. Sin embargo, no todos han tenido esa suerte. Esa inmensa suerte.
Mikel Arteta es jugador del Everton.
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