JOSÉ MANUEL VIDAL / BARBARA ALCALDE
MADRID / GRANADA.-
El arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, quiere evitar por todos los medios un eventual «tráfico de monjas». De ahí que el vicario para la vida consagrada de su archidiócesis, José Luis Lacalle, obligase a regresar a la India a dos postulantes del convento de la Piedad de las Madres Dominicas, «para salvaguardar la autenticidad de la vocación religiosa y de la vida conventual».
Hace ya más de una década, el entonces nuncio del Papa en España, Mario Tagliaferri, envió una circular a todos los obispos españoles advirtiéndoles del eventual tráfico de novicias, procedentes fundamentalmente de la India y de Africa o Latinoamérica. Desde entonces, los obispos actúan de forma diversa ante este fenómeno que, en vez de reducirse, sigue en aumento.
Los conventos españoles, especialmente los de clausura, se quedan sin monjas y, para revitalizarlos, muchas congregaciones recurren a jóvenes de países subdesarrollados. Con la consiguiente polémica eclesial. Para unos, se trata de «un intercambio lógico: los antaño evangelizados nos evangelizan». Para otros, es un «desenraizamiento que roza el tráfico de monjas».
De esta última opinión es el polémico monseñor Martínez. A su llegada al Arzobispado, en 2003, estipuló que «ninguna persona extranjera ingrese en un convento o monasterio de clausura sin antes haber pertenecido como profesas a una congregación religiosa en su país de origen».
Y, como las dos postulantes no cumplían este requisito, las expulsó. Según el Arzobispado, «de las casi 300 monjas que hay en los 22 conventos de clausura de Granada, más de 50 son extranjeras. La gran mayoría procede de la India, pero también de Africa o de Hispanoamérica». Las aspirantes a novicias volvieron a su país el pasado día 25 de febrero. Una ingresó allí en un convento y la otra dejó la vida religiosa.
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