Tras sortear numerosos obstáculos y transcurridas casi dos décadas de producirse los hechos, la Justicia ha podido sentar en el banquillo a Rafael Vera y tres colaboradores, acusados de malversación de fondos públicos por los pagos de Interior para comprar el silencio de Amedo y Domínguez sobre los GAL.
Rafael Vera declaró el jueves ante la Audiencia de Madrid que ha olvidado totalmente los hechos y que no se acuerda de si ordenó ingresar 200 millones de pesetas en las cuentas en Suiza de Amedo y Domínguez. Tampoco se acuerda de si entregó dinero a las esposas de los dos ex policías, que le visitaron en 40 ocasiones desde 1988 a 1994.
Vera respondió en tono burlón y cínico a las preguntas del fiscal Rodríguez Sol, que ha hecho un magnífico trabajo. Preguntado sobre el origen del dinero que se entregaba a Amedo y Domínguez, el ex número dos de Interior respondió: «Pues no lo sé. A lo mejor salía de los mismos fondos que utilizaba para pagar a algunos fiscales».
La contestación de Vera es una pura chulería de quien se siente fuera del alcance de la Justicia, ya que, aunque el fiscal pide siete años de prisión para él, no cumpliría ni un solo día si resulta declarado culpable por la Audiencia al haber sido condenado por el mismo delito de malversación de fondos reservados en dos causas anteriores.
Vera se está permitiendo el lujo de reírse de la Justicia en este proceso, a sabiendas de que nadie osará modificar el tercer grado del que disfruta tras haber cumplido una ínfima parte de la pena de ocho años de prisión.
Evidentemente nadie se puede creer -y el tribunal menos- que Vera haya perdido la memoria respecto a algo de tanta envergadura. Lo que sucede es que no le conviene recordar porque tendría que reconocer no sólo que cometió un delito de malversación, sino además que pretendía comprar el silencio de dos policías que sabían que él había sido una pieza clave en el montaje de los GAL. Pero su estrategia de defensa le va a servir seguramente de muy poco porque el tribunal tiene pruebas muy sólidas de su implicación en este asunto. Lo que resulta lamentable es que algunos grupos de comunicación y un sector del PSOE sigan protegiendo a una persona que no sólo no se arrepiente de sus delitos, sino que se burla de la Justicia y se jacta de su impunidad, realizando insinuaciones mafiosas sin aportar la más mínima prueba.
El comportamiento de Vera en este juicio es el fiel reflejo de su manera de actuar cuando ejercía un cargo público. Pero ahora es una persona con dos condenas en firme por secuestro y malversación, que se permite el lujo de burlarse de la Justicia. No parece posible retirarle el tercer grado, pero sí resulta exigible que el PSOE repudie su proceder y se desmarque definitivamente de este personaje.
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