RAUL DEL POZO
A José Luis Rodríguez Zapatero, como al José de la Biblia, le asaltan en Moncloa sueños de grandeza, lo cual saca de quicio a los ciudadanos realistas que se interesan por el precio del café, por la inflación y el terrorismo. Se aleja de la lógica, su legislatura se basa en fantasías. No sabemos si sus alucinaciones acabarán desbordando al Nilo, pero lo cierto es que cree que los poetas son los legisladores del futuro. Consulta a la abeja de Delfos, hace predicciones y se cree sus delirios. La otra noche en televisión anunció, como el hijo de Jacob, la teoría de las siete espigas, los años de la abundancia, el crecimiento más vertiginoso de los países desarrollados.
Sabe de remolacha, de abejas y está dispuesto a cumplir el programa de Kioto. Lee a Antonio Gamoneda, ese Hesíodo posmoderno; de él es su libro rojo, y deletrea antes de dormirse ese poema donde hay una miel sin esperanza en la sombra de las mujeres. Tal vez debiera leer también a Shakespeare para comprender que el poder es el crimen, y que incluso hablando de abejas, Shakespeare es el mejor: «Tus pechos son enjambres de abejas blancas sobre la rama de tu cuerpo».
Tal vez ZP no esté tan zumbado como creen algunos en lo que se refiere a Kioto y a que el progreso vuela en las alas de las abejas. Pertenece a esa generación que no ha comido pan de maíz y se cree eso de que el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desencadenar una tormenta en Nueva York. Sigue el pensamiento escuálido de su tiempo, el efecto invernadero, enunciado por ecologistas serios y de presupuesto.
José, en el palacio del faraón, descubre las señales del Apocalipsis: cuando desaparezcan las abejas, desparecerá la Humanidad. Mientras tomamos a broma sus quimeras, Alsina en Onda Cero y Luis Foix en La Vanguardia, confirman la noticia: las abejas desparecen sin dejar rastro. En Florida, los apicultores han perdido la cuarta parte de los enjambres. No se sabe si es el pesticida, las ondas magnéticas o que esos insectos se empleen para detectar explosivos, el caso es que los ángeles salvadores de las frutas salen de las colmenas y no vuelven, desaparecen sin dejar cadáveres.
ZP, sucesor del copero, ha descubierto que las abejas conocen la química, las matemáticas y la geometría, porque si no, no harían las celdas hexagonales con tanta precisión. La vida de esos insectos, como la del político, es exigua, su legislatura vital no pasa de 46 días. Hay ventiladoras, obreras y la reina, que mata al zángano después de tirárselo. Y, como Sancho Panza en el pasaje con el médico cabrón, también sabe Rodríguez Zapatero que muchos políticos de los que nos dan el tostón, son gente baldía y perezosa que hacen en la república lo mismo que los zánganos: se comen la miel que las trabajadoras hacen.
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