JACOBO GARCIA
Aunque la vida y la música de Beto Quintanilla le habían situado en el punto de mira de los carteles del narcotráfico más violentos de México, ha sido un infarto el que ha acabado con su vida. Conocido como el León del corrido, Norberto Beto Quintanilla Iracheta, con más de 20 discos en el mercado, era uno de los intérpretes que más vendían en el prolífico mercado musical que crece en la frontera entre México y Estados Unidos.
Era uno de los creadores de los narcocorridos: un novedoso género, heredero de las viejas historias musicales de la Revolución mexicana. Sin embargo, en los últimos meses su nombre había aparecido en la prensa más veces en la sección de sucesos que en la de espectáculos, porque había recibido toda clase de amenzas de los capos del narcotráfico.
Uno de los rivales de Quintanilla, Valentín Elizalde, murió en noviembre, tras recibir 70 balazos en el interior de su camioneta justo después de ofrecer un concierto. Tenía sólo 27 años y las investigaciones policiales apuntaron a que el popular cantante era el último fichaje del líder del cartel de Sinaloa, El Chapo, para enviar sus recados en forma de canciones al otro gran capo del narcotráfico local, Osiel Cárdenas, líder del cartel del Golfo y a quien disputa el control de la droga que se dirige a EEUU.
Los grandes capos contratan a estrellas de la música, y los rumores señalan a Beto Quintanilla como el fichaje de Osiel Cárdenas. «Soy del grupo de Los Zetas / que cuidamos al patrón / somos 20 de la escolta / pura lealtad y valor/ dispuestos a dar la vida/ para servir al señor» dice la canción Escolta suicida, con la que recorrió decenas de escenarios del norte del país.
Ha muerto con 58 años. Pero en este caso, la Policía asegura que «no hay nada que investigar» y ha dado por buena la certificación de que un infarto es lo que se ha llevado al León del corrido.
Beto Quintanilla, cantante mexicano, nació en Terán (Nuevo León) en 1949 y falleció en Reynosa (Tamaulipas) el 18 de marzo de 2007.
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