DANIEL G. SASTRE
Ahora que su problema de incontinencia verbal y gestual parecía superado, a Josep Lluís Carod-Rovira (Cambrils, 17 de mayo de 1952) le crecen los enanos de la falta de autoridad. Es cierto que no es algo nuevo: antes de las últimas elecciones autonómicas, dirigentes de su partido hablaban indisimuladamente en privado sobre la necesidad de relevarlo si los resultados de ERC no eran los pertinentes. Pero Esquerra aguantó, y Carod recuperó parte de la legitimidad perdida en episodios como el viaje a Perpiñán para reunirse con miembros de ETA sin informar al president Pasqual Maragall.
Esa teórica autoridad duró exactamente hasta el domingo pasado.Xavier Vendrell, con su propuesta de hacer presidente a Mas si se avenía a promover un referéndum de autodeterminación para Cataluña, dejó en evidencia que las tesis de Carod cada vez tienen menos peso en su partido. Durante la semana, esa sensación aumentó, porque todos los intentos del presidente de ERC porque su partido interrumpiera la escalada soberanista -que le llevó incluso a presentar en el Parlament una moción a favor de un «Estado catalán» si el Tribunal Constitucional modifica el Estatut- fueron infructuosos.
La sombra del conseller de Governació y secretario general de Esquerra, Joan Puigcercós, verdadero líder del partido, le ha oscurecido durante toda la semana. Y, aunque ayer Carod intentara dar un golpe de autoridad y hacer prevalecer su opinión de que antes de lanzarse a aventuras de mayor calado hay que consolidar la imagen de ERC como formación de gobierno al lado de los socialistas, a nadie se le escapa que llegó demasiado tarde.
Su situación a partir de ahora será la misma tanto en Esquerra como en el Govern. Pero los ciudadanos ya se han dado cuenta de que la brillante retórica y los elevados ideales de Carod-Rovira tienen un peso más que relativo.
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