Domingo, 1 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6314.
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 CRONICA
LA PATADA, EN BELFAST
Iñaki Arteta, director de películas tan críticas con el PNV y ETA como «Trece entre mil», viaja a Irlanda del Norte con su documental de la dolorosa agresión a un miembro del Foro de Ermua. Católicos y protestantes se reúnen para verlo. «Aquí ya no actuamos así, hemos visto cuál es el fruto del terrorismo»
ANIBAL C. MALVAR. Enviado especial a Belfast

CRONICA se va al cine en Irlanda. Jueves, 29 de marzo. Hoy toca película de acción. Rodada el lunes anterior en Bilbao. Varios cientos de jetzales -peneuvistas- y abertzales -batasunos y otras marcas- rodean a cuatro miembros del Foro Ermua. Los integrantes de esta asociación de apoyo a las víctimas de ETA se defienden de la marea de insultos presuntamente protegidos por la Ertzaintza. Pero el cordón de seguridad no es suficiente. Un hombre consigue colar la bota y atina en la entrepierna de Antonio Aguirre, que se desploma.

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En un aula cedida por la Universidad de Queens, en Belfast, 10 irlandeses asisten mudos a la proyección, organizada por este suplemento. La cinta ha sido filmada por el equipo del cineasta Iñaki Arteta. El mismo lunes de la filmación, en Londres, el reverendo unionista Ian Paisley y Gerry Adams, líder del Sinn Fein, brazo político del Ejército Republicano Irlandés (IRA), se reunían por primera vez en su vida y sellaban un acuerdo que abre las puertas a la esperanza de paz definitiva en Irlanda.

Los 10 espectadores viven en Belfast (capital de Irlanda del Norte), protectorado británico, la ciudad más herida por la guerra eterna. No son batasunos o españolistas. Son católicos o protestantes. Sus padres, abuelos y bisabuelos se han matado entre ellos durante ocho décadas. Observan la película del vasco con respetuoso silencio.

El argumento de la película es el siguiente: Juan José Ibarretxe, el lunes 26, rendía cuentas ante la Justicia por haberse reunido de forma oficial con el líder de un partido ilegalizado (Batasuna). Aguirre, el agredido, tenía derecho a estar a las puertas del Palacio de Justicia bilbaíno. El Foro Ermua, asociación de la que es destacado dirigente, forma parte de la acusación particular. Los simpatizantes de Ibarretxe le llamaron fascista. Y acompañaron el adjetivo con una sosegada recomendación: «Muérete, hijo de puta». Después, un señor de jersey verde le atizó una patada en los testículos que le hizo perder el conocimiento.

-Todos los que hay ahí son muy mayores -coinciden varios de los irlandeses que han asistido a la proyección de la película.

-Sí -confirma Katrin-. Son todos muy mayores. Los jóvenes no tienen actitudes tan segregadas. La gente violenta es la mayor, igual que ocurre aquí.

RELIGION, NO POLITICA

Michael Dorsight pide la palabra. Tiene 24 años, estudia Filología y vive en una comarca rural al Oeste de Belfast. Zona conflictiva. Él es católico. Republicano. Brazo social del IRA, para un simplista.

-¿Tú o tu familia habéis sufrido directamente algún tipo de violencia? -pregunta Arteta.

-No, pero la violencia siempre estaba en mi pensamiento cuando era un niño.

-Bueno, aquí, ¿cuántos sois unionistas (defensores de la vinculación a Londres) y cuántos republicanos?

Nadie levanta la mano.

-¿Qué pasa? Estamos en confianza. ¿Os da miedo?

-...

-Vale. ¿Cuántos sois católicos [republicanos] y cuántos protestantes [unionistas]?

Las manos se levantan inmediatamente.

-Ésa es la pregunta que tenías que haber hecho -le recriminan.

Alrededor de la mesa hay seis católicos y cuatro protestantes.

Kathryn O Reilly estudia Derecho y tiene 22 años. Nació en un pueblo de la frontera que divide al Ulster -la Irlanda británica- de la República -el sur independiente.

-La religión fue una justificación de los viejos para arrastrar a los jóvenes. Y a los ignorantes.

Pero, en la década de los 90, la Iglesia irlandesa -sobre todo la católica- sufre una merma importante de su influencia política tras aflorar casi 10.000 denuncias de menores que habían sido objeto de abusos sexuales desde 1950. Las iglesias se fueron despoblando. Y las nuevas generaciones, paulatinamente, se despolitizan.

John McGrath -dentista jubilado- es el único invitado a la proyección mayor de 30 años. Tiene 50 años. CRONICA quería una proyección con gente de todas las edades, pero los mayores se niegan a hablar de política. «Me gustaría ver a Irlanda unida, pero para mí no es algo demasiado importante. Y no creo que podamos verla hasta dentro de por lo menos 50 años. El proceso en el País Vasco no va a ser más veloz. Los atentados de diciembre -ETA asesinó a dos personas en Barajas en plena tregua- son semejantes a los que perpetró el IRA-Auténtico después de que Gerry Adams anunciara el abandono de las armas. ETA no va a abandonar las armas en menos de 10 años. Si miramos la cronología, vemos que en Euskadi se están siguiendo los mismos pasos que aquí.

-¿Batasuna está imitando los ritmos del Sinn Fein?

-Eso sí que no sé contestarlo.

CRONOLOGIA COINCIDENTE

Pero John McGrath se sumerge en cronologías. En 1994, el IRA y los unionistas pactan una tregua. En el 96, el IRA la rompe para retomarla en el 97, momento en que sufre una escisión. Los disidentes, el Real-IRA o IRA-Auténtico, asesinan el 15 de agosto de 1998 a 29 personas en Omagh.

Alto el fuego de ETA en 2006. Respondiendo al cambio de Gobierno. ETA trata a José Luis Rodríguez Zapatero como el IRA asumió en 1997 la victoria de Tony Blair. McGrath infiere que irlandeses y batasunos reaccionan de forma idéntica ante la desaparición de dos líderes tan semejantes en sus políticas antiterroristas como Margaret Thatcher y José María Aznar.

El cineasta Iñaki Arteta lleva años centrando su cine documental en la situación de las víctimas de ETA en Euskadi. Sus películas Voces en libertad (2004) y Trece entre mil (2005) se han convertido en un credo antinacionalista para muchos. El director escucha a los irlandeses y quiere matizar ante su auditorio que no hay concomitancias entre la situación irlandesa y la vasca. «En Irlanda se mataban unos a otros. En Euskadi unos matan a otros, y el resto se calla».

Y encuentra más diferencias. «Con los terroristas no puede haber ninguna medida excepcional como la que se le aplicó a Iñaki de Juana Chaos. El gobierno de Margaret Thatcher no deja morir a Bobby Sands en 1985, le deja decidir con libertad que continúe con su huelga de hambre. Es un caso casi comparable al de la eutanasia. No se le puede achacar a un gobierno que alguien decida morir. Pero en España se aplican medidas excepcionales y se acerca a De Juana. Este gobierno, como todos los que ha habido en España desde la Transición, es condescendiente con los terroristas», explica a su auditorio.

Más diferencias. Pilar Elías vive en Azkoitia y el etarra que asesinó a su marido, Kándido Aspiazu, ha puesto una cristalería debajo de su casa: los dos bandos, el asesino y la víctima, en el mismo edificio. Christine Hagan, estudiante de Literatura, vive en un pequeño pueblo cerca de Strabane, al lado de Omagh. Es católica. Pero pone cara de asco cuando recuerda que su mejor amiga, Natalia, fue uno de los heridos graves aquel 15 de agosto de 1998 en que la escisión Real-IRA acabó con la vida de 29 personas. Un atentado contra su amiga que cometieron los suyos. «Ahora creo que la paz de Irlanda ya es definitiva. Pero hay jóvenes muy estúpidos en este país que no conocen la importancia de la Historia. Los hombres siempre quieren luchar por algo, y muchas veces luchan sin saber por qué».

BORROKA E INCULTURA

Michael observa que la kale borroka irlandesa sólo florece en los barrios más deprimidos de Belfast. «Es una gilipollez tan grande que te juegas la vida si llevas por la noche, en determinados barrios, una camiseta de la selección de Irlanda».

-¿De cuál de las dos Irlandas?

Se ríe. De las dos. Depende del barrio. En Falls Road, católico y republicano, hasta los buzones son de color verde para distinguirlos de los británicos, rojos. Un acto de rebeldía que las autoridades británicas ocupantes aceptan a regañadientes. Por cierto: las dos camisetas, la de Irlanda del Norte y la republicana, son verdes. Los matices se ven en otras cosas. Y cuestan la vida.

Dos de los jóvenes aceptan relatar dos historias muy significativas del grado de división a condición de que no se digan sus nombres. Un chico de poco más de 20 años no supo hasta hace apenas un mes que su abuelo había pertenecido al IRA. En casa eso se callaba. Una chica católica fue obligada por sus padres a abandonar su relacción sentimental con un joven republicano. Otra de las chicas no llegó a hablar con una persona protestante hasta la edad universitaria...

-Nosotros ya no pensamos como ellos -dice William-. Los jóvenes protestantes y católicos hemos visto el fruto del terrorismo. La tradición de nuestros padres y nuestros abuelos es un obstáculo. Desde el acuerdo de Viernes Santo en Belfast se ve más progreso en el país.

-Bueno, Belfast sigue siendo la ciudad con más nivel de violencia de toda Europa -apunta Michael.

-Dicen que es la capital del odio del mundo. Pero, ahora que los jóvenes católicos y protestantes nos entendemos mejor, el odio deriva hacia los extranjeros.

-Ya, pero está mejor que antes. Con el fin de la violencia ahora hay más prosperidad, y más turismo. Ahora vemos a gente que viene de fuera. Antes sólo estábamos nosotros.

No lo dice, pero parece: «Nosotros, matándonos».

Es cierto. Desde que el cese de la violencia se hizo efectivo, el turismo hacia Irlanda se ha multiplicado. En 2006 se contabilizó un 33% más de visitantes que en 2000. En Euskadi, en un sólo año de tregua, el número de viajeros creció cerca de un 10%.

En la pantalla, el fotograma del rostro salvaje del agresor de Antonio Aguirre el pasado lunes se ha quedado congelado. El cineasta Iñaki Arteta lo mira un rato y la gente se queda callada.

-Éste es mi trabajo. En mi país se ruedan unas 120 películas cada año. ¿Cuántas creéis que tratan de lo que está pasando en Euskadi? Casi ninguna en los últimos 20 años. ¿Habéis visto vosotros alguna?

Cara de circunstancias.

-Sin embargo, durante todos estos años, todas las encuestas han coincidido en que el terrorismo ha sido la primera o la segunda mayor preocupación de los españoles. ¿Por qué se callan los cineastas? ¿Por qué se callan, en general, los intelectuales? -reflexiona en voz alta Arteta.

-¿Hay mucha gente que apoya a los nacionalistas, o quieres decir que la gente se calla porque tiene miedo? -pregunta Nikky, estudiante de Derecho.

-Lo políticamente correcto es ser nacionalista. El resto se calla. Yo no digo que haya que obligar a todos los creadores ni a todos los ciudadanos a que se posicionen. Pero alguno más sí. No puedes hacer todo el tiempo películas sobre margaritas y cielos azules mientras asesinan a tus vecinos.

UTILIZACION POLITICA

El compromiso de Arteta con las víctimas le ha marcado políticamente. No recibe subvenciones en Euskadi de ningún organismo oficial. Las empresas le tuercen la cara cuando busca financiación para sus producciones.

-¿No se siente, a veces, utilizado por uno de los dos bandos? -le preguntan.

-La utilización política es inevitable. Pero no creo que nadie vaya a ganar unas elecciones por utilizar mis películas para nada. Esa percepción de que todos los que apoyamos a las víctimas somos de un partido o de otro es predemocrática.

A los irlandeses les cuesta distinguir entre lo que significa el PNV y Batasuna. Iñaki Arteta lo reduce a una fórmula simplista. PNV significa gobierno nacionalista vasco; Batasuna, el Sinn Fein de Euskadi.

-Pero el PNV tiene también que pedir perdón -explica Arteta a los irlandeses-. Quizá no por lo que ha hecho, sino por lo que no ha hecho. Ellos le dan una patada en los cojones a Antonio y a Arnaldo Otegi le dejan tranquilo. Se han opuesto siempre a todas las medidas antiterroristas. Han consentido que etarras sean nombrados hijos predilectos en muchos ayuntamientos...

-Pero no van a renunciar a su ideología -apunta uno de los oyentes.

-Hasta que ETA no se acabe, que el independentismo del PNV espere 50 años. Es lo que debería decir el PNV -zanja Arteta.

Los irlandeses acompañan a Iñaki Arteta a un recorrido por los barrios más marcados políticamente de Belfast. «En estos barrios, en los que católicos y protestantes no están mezclados, es donde se dan mayores tasas de paro y donde hay más violencia», explica el protestante William. Los católicos están de acuerdo.

En el barrio de Falls, católico, murales y pintadas aluden no sólo al proceso de liberación de Irlanda impulsado por el Sinn Fein y el IRA. El mural dedicado a Bobby Sands es visita casi obligada para ciertos turistas. También hay grandes grafitis críticos con la invasión de Irak, apoyos a la causa palestina, ecologismo... Hasta hace pocos meses se podían ver varios condescendientes con la causa etarra... Pero los han borrado. ¿Quizá los católicos irlandeses ven desde allí ya cerrado el proceso de paz y la desaparición de la banda?

En el barrio protestante de Shankill el cineasta encuentra banderas británicas adornando todo el flanco de una casa. Incluso pendones estadounidenses. E, idéntico en tamaño y estética al dedicado a Sands, enormes retratos de héroes unionistas como el teniente coronel William Bucky McCollough, cuya memoria se pierde para los jóvenes. Los acompañantes de Arteta no saben quién es ni quieren saberlo: «Estamos hartos. Me interesa más la política vasca o la mexicana que la irlandesa», dice una de las chicas.

Los jóvenes que han asistido a la proyección tienen una conciencia política, sin embargo, mucho mayor a la media de los españoles de su edad. Están informados y conocen su historia. Cuentan cómo pasaron la infancia pendientes de la televisión viendo atentados perpetrados en los barrios donde trabajaban sus padres y temiendo que a la hora de cenar, alguno no volviera. «Nosotros somos quienes podemos cambiar esto. A mí me da igual que aquí estén sentados conmigo cuatro protestantes», dice un católico. «Yo ni sabía que eras católico ni me importa», responde otra.

Se extrañan de que, en Euskadi, la kale borroka no se distinga por clases sociales. De que nazca de la burguesía y el proletariado, entre los urbanitas y los rurales. Sí encuentran paralelismos en la utilización política de las respectivas lenguas vernáculas, gaélico y euskara, como armas de los nacionalistas. Apoyan el mantenimiento de las dos culturas, pero apenas alguno puede hilar dos palabras en gaélico. «Es absurdo que haya que estudiar gaélico para ser funcionario, si jamás vas a tener que utilizar esa lengua».

¿Se podrá repetir una escena semejante a la de Belfast por ejemplo en San Sebastián, quizá primavera del año 2020? Los irlandeses no se mojan, pero saben que van con al menos una década de adelanto. La escena sería con 10 vascos: seis abertzales y cuatro españolistas, sentados alrededor de una mesa. De la misma mesa. Hablan. Se ríen. Bromean. Coquetean. Vacilan: «¿Yo, ahora, que soy cristiano [batasuno], a quién de vosotros tengo que odiar?».

-Vosotros os reís mucho de vuestras diferencias -dice el periodista-. ¿Pero vuestros padres estarían dispuestos hoy a mantener esta reunión aquí en Belfast? ¿Habría el mismo ambiente?

El silencio densa el aula durante unos segundos. Michael, católico de tres generaciones, es el primero que se arranca.

-Bueno... -todos se vuelven hacia él, sorprendidos de que alguien acepte responder el envite-. Yo creo que sí. Eh... Espero que sí... No sé. Quizá no -el resto se relaja y se ríe; Michael vence los nervios y continúa-. Nuestros padres han vivido situaciones muy difíciles. Y por eso quizá sería más difícil reunirlos aquí que a nosotros.

-Yo creo que no se sentarían.

Alguien bromea y sugiere que acabarían «a hostias». Hay 3.600 muertos irlandeses. Mil víctimas de ETA. En la pantalla, continúa congelado el rostro furibundo del hombre que agredió a Aguirre. Un hombre mayor. Un hombre que nunca se sentaría en esta mesa.


LA CAMARA DE ARTETA... ...GRABO LA AGRESION. EN EL CAMPO DE BATALLA.

El cineasta envió a un miembro del equipo el lunes pasado para incluir la respuesta social al juicio a Ibarretxe en su próxima película. Sin duda el material va a poder utilizarlo. Estos son varios de los fotogramas de los tres minutos de filmación completados con algunas fotografías. Los miembros del Foro Ermua fueron increpados desde su llegada al Palacio de Justicia bilbaíno por cientos de manifestantes que apoyaban al lehendakari. Los insultos empezaron a subir de tono. La Ertzaintza no pudo detener la agresión, pero tampoco detuvo al autor de la patada que tumbó a Antonio Aguirre. Tras la película, los irlandeses invitaron a Arteta a visitar los barrios católico y protestante.

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